La visión de un matemático rodeado de una muchedumbre ansiosa por estrecharle la mano o cruzar una palabra con él, llevado en volandas hasta la sala de conferencias del Museo de la Ciencia de Barcelona por decenas de admiradores, casi todos jóvenes, que le tratan como a una estrella de fútbol, parece delatar que la creación de mitos de esta sociedad se está refinando hasta el punto de no sólo saber quién es Vinton Cerf, sino, además, acogerlo como lo fue Maradona cuando fichó por el Barça hace tanto tiempo. Por si todavía no lo conocen, este norteamericano de 55 años, con veintisiete menos ideó para el Ejército estadounidense el lenguaje TCP/IH, ése que permitió interconectar todos los ordenadores del mundo, lo que recuerda sospechosamente a Internet, al menos en su estado embrionario.
Aparte del reconocimiento tributado por la comunidad científica y académica, el último en forma de investidura como doctor Honoris Causa por la Universidad Rovira i Virgili de Tarragona, a este norteamericano ingenioso, dicharachero y especialmente dotado para explicar lo difícil con meridiana claridad, su invento también le ha supuesto pasar a la Historia como el padre de Internet, algo que no crean que le hace demasiada gracia. Argumenta, con razón, que su socio Robert Kahn no fue un convidado de piedra en las investigaciones desarrolladas por ambos bajo la atenta mirada de los militares del Pentágono. Vinton Cerf se sienta como un niño bueno en un pequeño despacho del museo de la Fundación La Caixa. Acaba de pronunciar una animada conferencia y, como en él es costumbre, se ha metido en el bolsillo a un público, por otra parte, bastante predispuesto. Se le ve satisfecho.
El hombre espectáculo
BYN: Los ha dejado con la boca abierta. La gente incluso se ha reído en ciertos momentos. ¿Cómo explica con tanta facilidad conceptos a menudo tan abstractos?
VC: Es la gran baza de Internet. Desde un punto de vista técnico, es algo endiabladamente complicado, pero su concreción y uso son tan sencillos que no es preciso ser ningún experto para que a uno le resulte familiar.
BYN: Su labor de difusión es incesante. Dicen que, sólo por eso, merece usted pasar a la posteridad como el auténtico padre de la criatura.
VC: No es justo atribuir la autoría de algo tan enorme a una sola persona. Como mucho, yo soy uno de los cientos que aportaron algo. En la creación y posterior evolución de Internet participaron numerosas personas. Algunas, como Robert Kahn, junto al que trabajé, o Tim Berners-Lee, el creador del World Wide Web, conocidas. Otras, perfectamente anónimas, pero sin cuya contribución la situación no sería como hoy la conocemos. Además, tampoco me interesa que se me señale como el único culpable cuando a alguien le falle la conexión desde el ordenador de su casa (risas).
BYN: Cuando comenzó su investigación para la US Army, ¿en algún momento se le ocurrió pensar que estaba poniendo los cimientos de algo tan trascendente?
VC: Me encantaría decir que sí, pero lo cierto es que ni se me pasó por la cabeza. Vi claro que el desarrollo del protocolo TCP/IP abría enormes posibilidades de desarrollo a los sistemas de redes, pero desconocía dónde estaba su techo.
Ahora, me doy cuenta de que éste no existe, pero entonces los ordenadores eran muy caros y nadie podía prever que esos horribles armatostes serían utilizados algún día como máquinas personales. Si uno no era capaz de imaginar eso, para vaticinar la actual preeminencia de Internet hubiéramos necesitado a Nostradamus.
BYN: ¿Qué buscaba el Ejército cuando requirió de sus servicios?
VC: Muchas cosas, pero en lo fundamental convertir la informática en un arma estratégica mejor que la del enemigo.
En aquellos tiempos había una gran preocupación en el Pentágono por optimizar recursos, y se pensó en los ordenadores como solución. Nosotros hicimos ver que si se habilitaban redes para interconectarlos, los resultados serían mucho más efectivos. Las aplicaciones creadas eran capaces, por ejemplo, de organizar un convoy aéreo en menos de treinta segundos. En realidad, el origen real de algo que ya se parecía a Internet se produjo mediante la conexión de la radio con los equipos de que disponían los militares. Con ese hecho, se inauguró un nuevo tipo de comunicación en el que la informática interpretaba el papel de protagonista. Le suena, ¿no?
BYN: Para un científico como usted, ¿resultó difícil trabajar con los militares?
VC: No, de hecho resultó hasta divertido. Eran extraordinariamente respetuosos con nuestro trabajo… siempre que éste sirviera para satisfacer sus necesidades. Trabajar para el Ejército no es diferente de hacerlo para cualquier otra empresa.
BYN: ¿Hay algo que explique el enorme éxito de Internet o esta explosión debe aceptarse como dogma de fe?
VC: Todo tiene su explicación. Lo fácil sería decir que la clave de su éxito reside en su enorme potencial económico, pero ésa es sólo una parte de la explicación, y quizá no la más importante. Es innegable que la Red genera dinero y, por la misma causa, se alimenta de él. Desde hace doce años, una de mis grandes esperanzas ha sido precisamente la de convertir el comercio electrónico en una máquina de crear riqueza, pero no sólo con una intención crematística, sino con el fin último de que eso contribuya a que las Nuevas Tecnologías lleguen a todos. La auténtica fuerza de esta herramienta está en su poderío informativo. Lo del dinero es una consecuencia lógica en un momento en el que, más que nunca, la información es poder.
«La inseguridad amenaza el futuro de Internet. Contamos con la tecnología necesaria para proteger al sistema y a los usuarios. Es hora de ponerla en práctica»
BYN: Existe una sensación generalizada de que este gran «boom cibereconómíco», aparte de encerrar un alto componente de ficción, no va precisamente a corregir las desigualdades del mundo físico.
VC: No estoy de acuerdo. Sinceramente, tengo la sensación de que la imagen que se está dando de un Internet en exceso mercantilizado no se ajusta a la realidad. El problema es la percepción, y ahora se percibe que la Red es una gran mina de oro, donde hacerse rico es lo más fácil del mundo. Pero no siempre el que busca el oro lo encuentra. Hay muchos Internéis, y el del dinero es sólo uno de ellos. Lo que habría que preguntarse es por qué se insiste tanto en su faceta económica.
BYN: ¿Por qué?
VC: Supongo que porque, hoy por hoy, la economía manda. Siempre ha sido así.
BYN: También algunas voces apuntan que la tradicional brecha tecnológica abierta en esta nueva Sociedad de la Información es ya insalvable.
VC: Hace quince años, los teléfonos móviles eran como ladrillos y costaban tres mil dólares (algo más de medio millón de pesetas). Ahora, casi todo el mundo tiene uno. Estamos viviendo un momento en el que muchas cosas nos pueden parecer injustas, pero en veinte años la inmensa mayoría se beneficiará de las Tecnologías de la Información. Otra cosa es esperar que Internet acabe con la pobreza, lo que naturalmente no entra dentro de sus posibilidades.
BYN: ¿Hay algo que de verdad amenace el futuro de Internet?
VC: La falta de seguridad, claro. Su desarrollo futuro no puede estar a merced de ataques, virus y agresiones de todo tipo. Contamos con la tecnología necesaria para garantizar mecanismos de protección y autentificación que preserven tanto la actividad digital como la privacidad de los usuarios.De lo que se trata ahora es de ponerla en práctica.
BYN: De poder retroceder en el tiempo, a 1973» ¿qué no haría o qué haría mejor?
VC: No lo dude: crearía un espacio de direcciones mucho mayor, porque el que tenemos va camino de agotarse. Pero ya se lo he dicho antes: para adivinar la increíble evolución de Internet había que ser Nostradamus, y yo entonces sólo era un joven matemático.
Internet para todos, también para los marcianos
Los genios no paran ni un momento, y Vinton Cerf se ha hecho acreedor de ese calificativo. Una de sus grandes preocupaciones es divulgar Internet tanto como sea posible. Y él cree que es perfectamente factible llevarlo, primero a Marte, después al resto de los planetas del sistema solar y, finalmente, a toda la galaxia… En ésas está, con un proyecto serio, «Intemetplanetary», en el que trabaja denodadamente para que, a medio plazo, un inmenso ejército de bits se lance a la conquista del espacio, antes incluso de que el propio hombre sueñe con hacerlo. La misma naturaleza de la Red precisa de un cambio drástico para que el Internet cósmico sea un hecho. Para empezar, se necesita un diseño de nuevos protocolos que superen las enormes distancias interplanetarias y, sobre todo, el eterno problema del retorno. Con la actual tecnología terrícola, serían necesarias varías horas para descargar una página alojada en un servidor que se situara, pongamos por caso, en Venus. Si el planeta fuera, por ejemplo, Saturno, entonces la espera se dilataría varios días. La solución se llama IPv6, el nuevo protocolo de Internet desarrollado por Cerf, y de cuya aplicación se beneficiará la Tierra antes, claro está, que ningún otro planeta. Este nuevo progreso tecnológico contribuirá, aquí, a incrementar increíblemente las velocidades de transmisión de datos y reducirá, en consecuencia, los a veces desesperantes tiempos de descarga de archivos y páginas «web». Por supuesto, ampliará también el espacio de direcciones disponible, ya casi saturado.
Sin salir de este planeta, el futuro, según Cerf, pasa por un Internet sin cables- La nanotecnología, con la que se intenta crear dispositivos técnicos basados en componentes moleculares, dará una vuelta de tuerca más a la ya de por sí sofisticada electrónica de consumo. Así, lo de las lavadoras, neveras y microondas conectados a la Red puede ser pronto un mero resquicio del pasado. Lo del espacio tardará más. El sueño del matemático es llevar el mundo virtual a Marte en 2020, y de ahí al resto del sistema solar. Las primeras pruebas tendrán lugar dentro de tres años.