El sacerdote Alexander Stroobandt fue contactado en su día por un hombre, que le dijo que estaba luchando contra una depresión. El sacerdote intercambió varias llamadas y mensajes de texto con esa persona, a la que conocía. No obstante, el penitente llevó a cabo su intención de acabar con su vida, inhalando humo en su coche con el tubo de escape.
Poco después de la muerte, la esposa del suicidado se enteró de que su marido había hablado con el sacerdote, y presentó una denuncia. Los fiscales adujeron en el juicio que nadie puede eludir la obligación de prestar socorro, pasando por alto el valor de ayuda la confesión, y la existencia de una obligación grave de secreto sacramental por parte de todo sacerdote católico.
La corte de Brujas decidió finalmente condenar de modo simbólico al padre Stroobandt. El sacerdote fue condenado a un mes de prisión condicional, que no debe cumplir, y a pagar un euro simbólico a la viuda en daños. El abogado defensor de Alexander Stroobandt indicó que recurrirán la sentencia, porque el deber de secreto de la confesión «es absoluto».