Por: Héctor E. Contreras.
¿Qué o quién es un siervo? Se entiende que alguien dedicado a un trabajo o labor que presta sus servicios a un superior denominado señor o amo, a quien le entrega los frutos de su labor. El siervo es una persona que se encuentra en un vínculo de dependencia, ya que se trata de una relación laboral en la cual la persona no puede decidir libremente. Esto me recuerda mi tiempo de servicio en la entonces Marina de Guerra, hoy Armada Dominicana. En esa época y entiendo que aún hoy, existía solo una respuesta para el superior: “Si Señor”. Jesucristo es el ejemplo vivo del servicio. La Biblia declara lo siguiente acerca de Cristo: “Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz”, Filipense 2:6-8. ¿Quieres servir a Dios? Conviértete en servidor de Él. Este es el tiempo para hacerlo, porque Dios, como a Cristo, a tí también te está llamando para el servicio del Reino de Él. ¡Bendito sea Dios!
“Entonces dijo José a sus hermanos: “Acercaos a mí. Y ellos se acercaron. Y él dijo: Yo soy José vuestro hermano, el que vendisteis para Egipto. Ahora pues, no os entristezcáis, ni os pese de haberme vendido acá; porque para preservación de vida me envió Dios delante de vosotros”, Génesis 45:4-5. Sólo una persona, convertida de una servidora de Dios, se atreve a pronunciar las palabras dichas por José: “Porque para preservación de vida me envió Dios”. Dios te llama para que te conviertas en su siervo o sierva como servidor/a de Él. El Señor nos escoge con un propósito único: “Rescatar las almas que se encuentran a nuestro lado”. Como servidores del Señor, nos despojamos de todo cuánto somos como personas, para dedicarnos al servicio de Dios.
Esto es, sabiendo que, si Él nos ha llamado para este fin, tendremos su bendición y apoyo incondicional de su parte, porque nos hemos convertido en servidores para su Reino de gloria. ¡Alabado sea Dios por siempre! ¡Aleluya!
Casi al final de su vida, José dijo a sus hermanos estas palabras: “Vosotros pensasteis mal contra mí, mas Dios lo encaminó a bien, para hacer lo que vemos hoy, para mantener en vida a mucho pueblo”, Génesis 50:20. Los planes de Dios son perfectos, amados del Señor. Dios produjo algo bueno de la maldad de los hermanos de José en su contra. De la falsa acusación de Potifar, de la negligencia del copero y de los siete años de hambruna. Todas estas experiencias en la vida de José le enseñaron que Dios saca cosas buenas de lo malo, para aquellos que confían en Él. ¿Tienes tú suficiente fe en Dios, para convertirte en su siervo y esperar pacientemente que Él utilice una situación mala para bien de mucho pueblo? Puedes confiar en Él, porque como José aprendió, Dios puede anular las malas intenciones de los hombres, para cumplir sus propósitos en tí. Dios te llama para servirle y te conviertas en una persona para el rescate de mucho pueblo. Esto incluye, en primer lugar, a tu familia, luego a lo que Él te envíe a llevar a cabo, para la gloria de su nombre.
“Pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra”, Hechos 1:8. El poder del Espíritu Santo no lo limita la energía ordinaria, ni involucra valor, entrega, confianza, conocimiento, habilidad y autoridad. Los discípulos necesitarían todas estas herramientas para cumplir su misión. Jesucristo prometió a sus discípulos y a nosotros en este tiempo, que recibirían el poder, para ser testigos después que recibieran el Espíritu Santo, Mateo 28:19-20. Como siervos de Dios, Jesús nos instruye para ser testigos de Él y convertirnos en personas que hablemos del poder transformador de Dios a traves de su Espíritu Santo actuando en nosotros por medio de Cristo Jesús.
“He aquí mi siervo, yo le sostendré; mi escogido, en quien mi alma tiene contentamiento; he puesto sobre él mi Espíritu; él traerá justicia a las naciones. No gritará, ni alzará su voz, ni la hará oír en las calles”, Isaías 42:1-2. El Siervo que había de venir se presenta aquí de dos maneras:
1-) El aparece débil, despreciado, rechazado y entregado a la muerta; 2-) y también como el poderoso conquistador que se venga de las naciones y restaura a Israel, Isaías 40:10, que nos dice: “He aquí que Jehová el Señor vendrá con poder, y su brazo señoreará con poder; he aquí que su recompensa viene con él, y su paga delante de su rostro”. Y sobre este mismo tema, añade el profeta: “He aquí que Jehová hizo oír hasta lo último de la tierra. Decid a la hija de Sion: He aquí viene tu Salvador; he aquí su recompensa con él, y delante de él su obra. Y les llamarán Pueblo Santo, Redimidos de Jehová; y a ti te llamarán Ciudad Deseada, no desamparada”, Isaías 62:11-12. Nuestro Salvador, Jesucristo, vino como Siervo de Dios y ya su recompensa se encontraba delante de Él. Su sacrificio convirtió a la gente de Jerusalén, (Sión) con nuevos nombres: “Pueblo Santo” y “Redimidos de Jehová”. Hoy en día, los creyentes en Cristo Jesús tienen nuevos nombres: Se les llama “Cristianos”; también “Sacerdocio Santo”, según la siguiente cita: “Acercándose a él, piedra viva, desechada ciertamente por los hombres, mas para Dios escogida y preciosa, vosotros también, como piedras vivas, sed edificados como casa espiritual y sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo”, I-Pedro 2:4-5. ¡Es hermoso cuando nos convertimos en siervos de Dios! ¡Bendito y alabado sea su nombre!
“Yo Jehová te he llamado en justicia, y te sostendré por la mano; te guardaré y te pondré por pacto al pueblo, por luz de las naciones, para que saques de la cárcel a los presos, y de casas de prisión a los que moran en tinieblas”, Isaías 42:6-7. Parte de la misión de Cristo en la tierra era demostrar la justicia de Dios y ser luz para los gentiles. A través de Cristo, todas las personas tienen la oportunidad de abrazar su misión. Dios nos llama a ser siervos de su Hijo, demostrando la justicia de Dios y llevando su luz. ¡Qué privilegio tan extraordinario ayudar al Mesías a cumplir su misión como siervos de Él! Sin embargo, debemos buscar su justicia antes de demostrarla a los demás y permitir que su luz brille en nosotros, antes de que podamos ser luz. Es lo que nos dice el mismo Señor Jesús, en el siguiente verso: “Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos”, Mateo 5:16.
Te invito a que seas un faro de la verdad de Dios; no escondas su luz del resto del mundo. Es el llamado de Dios, para todo aquel que quiera convertirse en su siervo, es decir, en servidor del Reino del Padre de las Luces, el Gran Yo Soy.
“Tenemos también la palabra profética más segura, a la cual hacéis bien en estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro, hasta que el día esclarezca y el lucero de la mañana salga en vuestros corazones”, II-Pedro 1:19. Como siervos, busquemos que el Lucero de la mañana llegue a nuestros corazones; a nuestras vidas y por ende, a toda nuestra familia y más allá.
Estamos llamados a servir como siervos de Dios, llevando a otros lo que Él, por su gran amor y misericordia, por medio de Jesucristo su Hijo, nos ha dado. Es hermoso cuando podemos ayudar al prójimo en momentos en que parece que todo marcha mal; sin embargo, cuando llegamos a donde Dios nos envía, obedientes siempre a sus promesas, nos convertimos en canal de bendición para todo aquel que nos recibe.
Dios nos bendiga grandemente y que muchos de los que lean este mensaje, puedan ser siervos del Dios Viviente. Dios les guarde, mis amados.