CRISTO Y SU HUMILDAD

Por: Héctor E. Contreras.

Juan 13:5-10.

El siervo-líder cumple sus funciones seguro de sí mismo, entendiendo lo que Dios le ha encomendado y descansando en la confianza de su Señor, ordena su destino personal. El líder piadoso y humilde, es aquel que se inclina para ayudar a otros, porque considera a los demás por encima de su propia persona. “Yo soy el buen pastor”, dijo Jesús, añadiendo: «El buen pastor su vida da por las ovejas”, Juan 10:11.  Anteriormente había dicho: “Sabéis que los gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, y los que son grandes ejercen sobre ellas potestad. Mas entre vosotros no será así, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro siervo; como el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos”, Mateo 20:25-28

En esta última cita, al final del verso 28 aparece la palabra “rescate”, ésta nace del griego “lutron”, del verbo “luo”, que es igual a “desatar”. La enseñanza de rescate consiste en una liberación de la esclavitud o de la cautividad por medio de un pacto de determinado precio. El pecado exige una expiación, un precio que hay que pagar a causa de la pena sobre cada vida. Jesucristo nos regaló un rescate universal, por muchos, dice al final del verso 28 citado más arriba. ¡Alabado sea Dios! Jesucristo se entregó por todos nosotros a morir en la cruz de la vergüenza, instrumento éste que se utilizaba para los hombres más asesinos y ladrones de su época. Hasta ahí llegó su humildad. 

“Luego puso agua en un lebrillo, y comenzó a lavar los pies de los discípulos, y a enjugarlos con la toalla con que estaba ceñido. Entonces vino a Simón Pedro; y Pedro le dijo: Señor, ¿tú me lavas los pies? Respondió Jesús y le dijo: Lo que yo hago, tú no lo comprendes ahora; mas lo entenderás después. Pedro le dijo: No me lavarás los pies jamás. Jesús le respondió: Si no te lavare, no tendrás parte conmigo. Le dijo Simón Pedro: Señor, no sólo mis pies, sino también las manos y la cabeza. Jesús le dijo

El que está lavado, no necesita sino lavarse los pies, pues está limpio; y vosotros limpios estáis, aunque no todos”, Juan 13:5-10. El autor de este  Evangelio, el apóstol Juan, al final del verso Iro. del capítulo 13, están plasmadas estas palabras: “los amó hasta el fín”. Fue este inmenso amor que lo llevó a despojarse de toda su autoridad y señorío al tomar la decisión de poner a un lado su manto, tomar la toalla y ponerse en cuclillas para lavar los pies de sus discípulos. Dios, convertido en cualquier hombre mortal, se humilló hasta la sumo por su gran amor hacia toda la humanidad. Al Jesucristo, el Hijo de Dios humillarse, es la base para todas aquellas personas que han alcanzado la vida plena en su nombre. Nuestra vida en Dios por medio de Cristo Jesús, se va transformando en la medida en que nos acercamos más a Él en una relación íntima, por medio de la oración delante del Padre en el nombre de Jesús. 

Cuando Cristo se despojó de su manto, dio a entender a los que con Él estaban en ese momento, que es necesario que entendamos que lo importante  es desentenderse por completo de todo lo que podamos poseer en cuanto a poder se refiere y vestirnos de la humildad que nuestro Señor mostró a sus discípulos. El estilo de vida y las lecciones mostradas por nuestro Señor y Salvador, establecen el modelo para una nueva clase del líder. El líder piadoso y humilde, es aquel que se inclina para ayudar a su prójimo; sólo así puede mostrar al mundo su verdadera entrega y humildad a otros que lo necesiten.

Pablo escribió: “Nada hagáis por contienda o vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo; no mirando cada uno lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros”, Filipenses 2:3-4. Todas estas palabras nos dirigen a vivir una vida totalmente desinteresada. Dar la espalda a la ambición egoísta o actitudes arrogantes.  

San Agustín de Hipona, considerado el “Doctor de la Gracia”, en una ocasión escribió: “Sin la humildad que nos enseñó Cristo no hay posibilidad alguna de recibir la salvación, porque si algo amenaza con destruir la vida cristiana, es la soberbia. Si poseéis la santidad, temed perderla”. Busquemos la humildad con ahínco y decisión, solo así podremos alcanzar la salvación de nuestras almas por medio de Jesucristo, nuestro Señor y Salvador. Nuestro Señor ofreció el más alto ejemplo de servicio en su muerte y ésta, muerte de cruz. 

Que la gracia de Dios esté en cada vida y que esta gracia nos eleve a la estatura más alta en nuestro espíritu interior y así llegar a la humildad que nos enseñó nuestro Señor y Salvador, Jesucristo, el Hijo de Dios.

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