Cualquiera que sea el final del novelón del Brexit, demostrará fortaleza europea. En medio del caos de la negociación intra-británica, con la que los políticos ingleses asombran cada semana al mundo, hay muchas probabilidades de desembocar en un Brexit blando o de replantear la salida a través de un segundo referéndum. En Italia, el gobierno de los extremos ha admitido que iba de farol con sus presupuestos contrarios a las normas europeas. En España, los problemas del gobierno para mantener sus apoyos parlamentarios no han llevado a un viraje anti-europeo, alentado por secesionistas y podemitas. Nadie puede negar que, desde la crisis económica, han aumentado las amenazas a la idea civilizatoria que sustenta la integración. Pero Europa tiene medios, talento y valores para reagrupar una mayoría moderada y defender todo lo conseguido los últimos 70 años. En EE.UU. y China empiezan a resquebrajarse los liderazgos fuertes de sus presidentes alfa. Ninguna de las dos superpotencias tiene capacidad de atracción suficiente para hacer sostenibles sus tácticas duras internacionales. El 2019 debe ser el año de Europa. El punto de partida es entender el momento histórico en el que vivimos.
El año de Europa
Las elecciones europeas del 27 de mayo de 2019 serán un momento clave para reforzar el proyecto de integración y renovar el europeísmo. Es mucho más fácil destacar la multiplicidad de problemas que amenazan a la Unión y anunciar su decadencia. Pero el pesimismo generalizado lleva a la parálisis, lo contrario de lo que necesitamos, además de ser una mirada distorsionada que solo se fija en los datos negativos. Es verdad que la economía renquea y que los populismos infantilizan y siembran de divisiones la política de todos los Estados miembros. A cambio, Merkel ha sido capaz de organizar su sucesión en el partido, ahora en manos de una política con la que comparte sensibilidad centrista y pro-europea. Macron ha resistido el embate de los chalecos amarillos, que se podían haber llevado por delante su presidencia. Se ha bajado del pedestal para recuperar su capacidad de escucha y de inclusión de los que no se sienten representados.