Nacido y educado en un famoso barrio multicultural de la periferia de Estrasburgo, Chekat comenzó por buscar refugio en los barrios donde comenzó su carrera de delincuente hace quince años. Los especialistas que lo tenían fichado, como delincuente radicalizado, desde hace años, se convencieron pronto de que el asesino había cruzado la frontera franco alemana del Rín, para refugiarse, quizá, en un pequeño pueblo próximo. Comenzó, a primera hora de la mañana de ayer, una ambiciosa operación bilateral, franco-alemana, con algunos flecos suizos. Los ministerios del interior de Francia y Alemania han dirigido personalmente las operaciones de busca y captura de un asesino que tiene un historial delictivo excepcional en ambos países.
La vigilancia y los controles de las fronteras de ambos países con los países del Benelux y Suiza han sido reforzadas de manera espectacular, con fines disuasivos, en el marco de la gigantesca operación en curso de búsqueda y captura del terrorista, que podría contar con amigos y complicidades en Francia y Alemania.
En la diana terrorista
En París, el Gobierno de Emmanuel Macron, caído de hinojos, todavía, en la imprevisible crisis de los chalecos amarillos, decidió elevar el nivel del estado de alerta nacional contra el terrorismo.A juicio de los especialistas, la matanza de la noche del martes, cerca de la catedral de Estrasburgo, en el corazón de un mercadillo de Navidad, confirma una inquietante realidad: vuelve a confirmarse que los símbolos religiosos y los mercadillos navideños son blancos privilegiados de los asesinos islamistas.
En el caso de Estrasburgo, esa nueva «tradición» emergente se confirma de manera espectacular. La catedral de Estraburgo en uno de los monumentos más emblemáticos de la historia religiosa, cristiana, de toda Europa. Y en los mercadillos de Navidad se confunden la simbología religiosa y popular, con una presencia humana potencialmente «atractiva» para los asesinos. Millares de soldados y gendarmes han sido movilizados en toda Francia, para intentar proteger centenares de mercadillos navideños potencialmente amenazados.
Un día después del gran discurso de Emmanuel Macron, intentando apagar el incendio de los chalecos amarillos, la matanza del martes provocó una ola de estupor e inquietud nacional. La opinión pública apoya masivamente a las fuerzas de seguridad del Estado. Pero la confusión política y social confiere a la nueva crisis matices inquietantes.
Mientras varios centenares de soldados y gendarmes intentaban descubrir la pista del asesino, las redes sociales comenzaron a lanzar rumores y siniestras intoxicaciones, intentando hacer creer que la matanza podría ser un «montaje» de Macron para intentar desactivar la crisis de los chalecos amarillos.