Indonesia cambiará en 2019 su sistema para detectar tsunamis

Pese al negro historial de catástrofes naturales que arrastra Indonesia, su sistema de detección de tsunamis fue insuficiente para alertar de la ola gigantesca que se abatió el pasado sábado sobre las costas del estrecho de Sonda, entre las islas de Java y Sumatra, y que ha causado al menos 429 muertos y 154 desaparecidos, según las últimas cifras oficiales. La razón de que la tragedia que se cernía sobre esta zona pasara inadvertida radica en que el fenómeno se desencadenó esta vez a partir de un volcán, que a su vez provocó un corrimiento de tierras submarino, y no de un terremoto, que es para lo que estaba diseñado el actual método de avisos. A ello se suma la falta de fondos, los ataques vandálicos a las boyas y los fallos técnicos.

Por todo ello las autoridades del país empezarán a instalar el próximo año una nueva red de boyas que sí sea capaz de detectar los tsunamis causados por corrimientos de tierra submarinos, según informó a la BBC una agencia gubernamental. El nuevo sistema funcionaría a través de la detección del tamaño de las olas, frente al mecanismo actual, que únicamente monitorea los movimientos sísmicos, indicó al citado medio británico una portavoz de la Agencia para la Valoración y Aplicación de Tecnología, Iyan Turyana.

Con todo, la propia BBC apunta que hay expertos que aseeguran que incluso si hubiera habido boyas cerca del volcán, el tiempo para avisar habría sido mínimo, dada la proximidad del Anak Krakatoa a la costa.

Escasas esperanzas
Entre tanto, los equipos de rescate continúan la penosa búsqueda de supervivientes entre los escombros en las zonas castigadas por el tsunami. Una lluvia incesante dificultaba ayer los trabajos de reconocimiento, palmo a palmo, del litoral del estrecho de Sonda. Con guantes para evitar cortes, una patrulla de oficiales de la Agencia Nacional de Gestión de Desastres (BNPB) levantaba uno a uno los trozos de madera y hojalata que hasta hace tres días formaban una cabaña turística en la playa Carita, en la parte noroccidental de la isla de Java.

«Hoy, hasta el momento, no hemos encontrado ningún cadáver. Ayer encontramos aquí dos entre los escombros. Revisamos la zona por si se nos hubiera pasado alguno o por si el mar devuelve algún cuerpo sin vida», declaró a Efe el responsable de la brigada, Hawasi, quien como muchos indonesios solo tiene nombre. Este oficial concede escasas posibilidades de encontrar a algún desaparecido con vida aunque se aferra a que «los milagros existen». Centenares de humildes hogares han quedado reducidos a un amasijo de escombros, mientras los edificios construidos con mejores materiales soportaron en su mayoría el envite de las aguas.

La Agencia de Gestión de Desastres Naturales (BNPB) elevó ayer de 373 a 429 el número de víctimas causadas por este nuevo desastre que sufre Indonesia. El número de desaparecidos alcanza los 154, mientras que el de heridos se sitúa 1485. Además, los cuantiosos daños han forzado a miles de personas a abandonar sus hogares: ya se cifra en 16.082 el número de de desplazados.

«He decidido quedarme»
La silueta del Anak Krakatau, «hijo» del célebre Krakatoa que en 1883 causó más de 36.000 muertos tras volatilizarse en una de las explosiones volcánicas más destructivas jamás registradas, es apenas apreciable desde la costa pero su presencia impone respeto entre los residentes locales. «Las autoridades nos han recomendado que por el momento abandonemos el hogar. Mi mujer e hijos se han ido con familiares, pero yo he decidido quedarme para cuidar de nuestras pertenencias», apuntó a Efe Heru Ratmiyanto mientras fuma un cigarrillo y toma té.

La Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (Aecid) está preparada para enviar ayuda humanitaria al país, aunque a la espera de que la Federación Internacional de la Cruz Roja y Media Luna Roja o el Gobierno indonesio hagan un llamamiento y establezcan prioridades.