Jim Mattis, el «Perro Loco», se cansó del amo Donald Trump

Donald Trump no ocultaba su fascinación con Jim Mattis cuando en un mitin en diciembre de 2016, un mes después de su histórico triunfo electoral, presentaba a sus seguidores al que había elegido para secretario de Defensa. «¡El general James Perro Loco» Mattis!», proclamó mientras movía los brazos con excitación al pronunciar el mote del general del cuerpo de Marines, que repitió en varias ocasiones. Trump, que se libró de ir a filas en la Guerra de Vietnam por un espolón en el pie, veía en Mattis, un militar curtido en el frente, un canal perfecto para transmitir su propuesta de tipo duro.

Mattis en realidad detesta el sobrenombre. Su personalidad encaja además mucho mejor en su otro mote: el «Monje Guerrero», porque sigue soltero y por su intelectualidad. En sus destinos militares le acompañaba las «Meditaciones» de Marco Aurelio.

La relación con Trump fue buena en un principio. Era habitual que el secretario de Defensa acudiera a la Casa Blanca a la hora de la cena y compartiera hamburguesas con el presidente mientras le educaba en las líneas básicas del complicado sistema de alianzas y contrapesos de EE.UU. en el mapa mundial.

Los desencuentros no tardaron en surgir, con un Trump cada vez más interesado en fustigar a sus aliados estratégicos -como sus socios en la OTAN- mientras se acercaba a rivales autoritarios, como Putin. También se opuso a decisiones como aspectos de las conversaciones con Corea del Norte, la salida de los transexuales del ejército o el impulso del Ejército Espacial.

En su carta de dimisión, dejó claro las diferencias esenciales con el presidente. «Nuestra fortaleza como nación está unida de forma inextricable a la fortaleza de nuestro sistema de alianzas», dijo sobre los socios tradicionales de EE.UU. «De forma similar, creo que debemos ser resolutivos e inequívocos con los países cuyos intereses están en tensión con los nuestros», añadió, con referencia específica a China y Rusia. La retirada de Siria colmó el vaso: «Usted tiene el derecho de tener un secretario de Defensa con una visión más alineada a la suya en esta y otras cuestiones».

Los enfrentamientos se presumían desde hace meses y los detalló Bob Woodward en su libro sobre las interioridades de la Casa Blanca. En su relato, Mattis dijo de Trump que se comporta y tiene el entendimiento «de un niño de quinto o sexto de primaria».

A Mattis se le consideraba uno de los últimos «adultos en la sala», el pequeño grupo de altos cargos con prestigio fuera de la Casa Blanca y con capacidad de controlar, hasta cierto punto, a Trump. Se han ido casi todos: el secretario de estado Rex Tillerson, el asesor económico Gary Cohn, el asesor de seguridad nacional H.R. McMaster, el jefe de Gabinete John Kelly (cumple sus últimos días en la Casa Blanca) o el fiscal general Jeff Sessions han dicho adiós. La duda es si alguna vez les escuchó el presidente.