Por: Héctor E. Contreras.
En su libro “Conocimiento Espiritual”, el escritor chino T.S. Watchman Nee,
nos escribe sobre el testimonio de Martín Lutero, cuando éste, estando
encarcelado le escribió una carta a una persona muy influyente de la Iglesia
Católica Romana de ese entonces, donde le decía: “Usted quizá piense que
ahora me encuentro impotente, ya que el Emperador puede silenciar
fácilmente el grito de un pobre monje como yo. No obstante, usted debe
saber que, a pesar de todo, habré de cumplir el deber que el AMOR de
Cristo ha puesto sobre mí. No tengo el más leve temor al infierno, mucho
menos al papa y a sus cardenales”. “Respondió Juan y dijo: No puede el
hombre recibir nada, si no le fuere dado del cielo”, San Juan 3:27. ¿De
dónde nace este verso? Sus discípulos, juntamente con judíos habían estado
junto a él cuando bautizaba al Señor Jesús, en el río Jordán y éstos hablaban de
purificación, además de que Jesucristo el Señor bautizaba también y la gente
venía al Señor. Todo cuanto podamos poseer o tener, viene de Dios, desde las
posesiones materiales, así como en la vida espiritual, la cual debe estar regida
siempre a la luz de la Palabra de Dios. En su carta, el monje, Martín Lutero
plasma estas palabras: “No obstante, usted debe saber que, a pesar de todo,
habré de cumplir el deber que el AMOR de Cristo ha puesto en mí”. Es el
amor del Padre celestial, en la persona de Jesucristo su Hijo, que va dejando en
nosotros estas huellas que nos marcan a través del tiempo, convirtiéndose en
“Huellas imborrables”, porque estas están plasmadas en cada corazón que ha
aceptado la verdad. El amor de Cristo en Martín Lutero, puede llegar hoy a tu
vida, transformando así tu corazón y accionar para siempre y convertirte así en
la persona que el apóstol Pablo describe a continuación.
“El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es
jactancioso, no se envanece; no hace nada indebido, no busca lo suyo, no
se irrita, no guarda rencor; no se goza de la injusticia, mas se goza de la
verdad. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.
El amor nunca deja de ser”, I-Corintios 13:4-8. Todas estas palabras encierran
en sí mismas las huellas dejadas en un corazón por el amor de Dios, que ha
sido derramado para llevarlo a una transformación gloriosa, que sólo Él puede
hacer. Estas son características definidas en la vida de cada persona que vive
a la luz de Cristo Jesús. Al final, “más se goza de la verdad”, se cumple cuando
se propone únicamente realizar en todo tiempo el bien. Al defender y sostener a
otras personas, muchas veces lleva al sufrimiento. El amor siempre cree lo
mejor de los demás, les acredita buenas intenciones y nunca es suspicaz.
“Ahora vemos por espejo, oscuramente; mas entonces veremos cara a
cara. Ahora conozco en parte; pero entonces conoceré como fui conocido”,
I-Corintios 13:12. Los antiguos espejos manufacturados en Corinto, estaban
hechos de metal y daban una imagen distorsionada, algo que ilustra la
imperfección de nuestros conocimientos en el tiempo actual. Pero, mis amados,
el conocimiento será completo e instantáneo en el futuro estado de gloria. Para
consolidar lo escrito aquí, debo plasmar uno de los versos que más disfruto de la
carta a la Iglesia de los Filipenses, es este: “No que lo haya alcanzado ya, ni
que ya sea perfecto; sino que prosigo, por ver si logro asir aquello para lo
cual fui también asido por Cristo Jesús”, Filipenses 3:12. La devoción de la
persona se centra en la búsqueda de la intimidad con Dios. Es “consagrarse a
sí mismo” al conocimiento de Jesucristo. El amor en Cristo debe llevarnos a que
Él nos agarre fuerte por un brazo y nos conduzca, para que su perfecto amor
forme parte de sus huellas en nosotros.
“Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de
las luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación”, Santiago
1:17. Dios no sólo no es responsable del pecado humano, sino que es la fuente
de todo bien. En contraste con el continuo movimiento de los cuerpos celestes
que Él creó, es también inmutable. Siempre cumple sus promesas. “Y vendré a
vosotros para juicio; y seré pronto testigo contra los hechiceros y
adúlteros, contra los que juran mentira, y los que defraudan en su salario
al jornalero, a la viuda y al huérfano, y los que hacen injusticia al
extranjero, no teniendo temor de mí, dice Jehová de los ejércitos. Porque
yo Jehová no cambio; por esto, hijos de Jacob, no habéis sido
consumidos”, Malaquías 3:5-6.
Aunque el Señor condena las acciones hipócritas, corruptas e inmorales de su
pueblo, existe una esperanza, porque Dios nunca deja de ser quien es: “Yo
Jehová no cambio”, verso 6. El Señor es fiel a las promesas del pacto y no
abandonará a su pueblo. Cuando el rey Saúl fue despojado de su reinado, al
Samuel disponerse a salir del lugar en que se encontraba en ese momento, Saúl
agarró la punta de su manto y éste se rasgó, diciéndole Samuel a Saúl lo
siguiente: “Jehová ha rasgado hoy de ti el reino de Israel, y lo ha dado a un
prójimo mejor que tú. Además, el que es la Gloria de Israel no mentirá, ni
se arrepentirá, porque no es hombre para que se arrepienta”, I-Samuel
15:28-29. Dios quiere que tú seas ese prójimo revestido de su amor, que seas
incondicional en todo tu actuar y caminar en todo lugar en que te mueves. Es
con la vestidura del amor de Jesucristo el Señor que tú puedes alcanzar a ser
como la persona que menciona Samuel al conversar con el hombre que pronto
dejaría su reinado, porque olvidó que él no era un sacerdote, para querer
ministrar en lugar del que era el verdadero sacerdote de Dios, Samuel, con
quien él hablaba y que antes había sido posesionado por él. Permite que el
amor de Dios haga huellas en tu vida y que estas huellas te conduzcan a la vida
eterna, que es en Cristo Jesús, Señor nuestro.
“Pero esto, hermanos, lo he presentado como ejemplo en mí, y en Apolos
por amor de vosotros, para que en nosotros aprendáis a no pensar más de
lo que está escrito, no sea que por causa de uno, os envanezcáis unos
contra otros. Porque ¿quién te distingue? ¿o qué tienes que no hayas
recibido? Y si lo recibiste, ¿por qué te glorías como si no lo hubieras
recibido?”, I-Corintios 4:6-7. Los corintios se envanecían, hinchados de
arrogancia, para conducirlos a la humildad, sin rechazarlos, el apóstol Pablo
apela a la razón, según los versos descritos arriba. En su orgullo, los corintios
presumían con arrogancia sobre su derecho a recibir aquellas cosas, que en
parte habían sido prometidas para esta vida, pero que solo se realizarán
plenamente con la venida del reino de Cristo. Ellos estaban extrayendo sus
valores de las falsas normas y de las falaces doctrinas del espíritu de su tiempo,
olvidando que estos valores se hallan bajo el juicio de la cruz de Cristo Jesús. El
estilo de vida de Pablo parecía ridículo a los ojos del mundo de entonces y no
solo él, sino cada creyente en Cristo Jesús.
“Porque según pienso, Dios nos ha exhibido a nosotros los apóstoles
como postreros, como a sentenciados a muerte; pues hemos llegado a ser
espectáculo al mundo, a los ángeles y a los hombres”, I-Corintios 4:9. En
comparación con las ínfulas de autocomplacencia de los cristianos corintios,
Pablo utiliza una vívida metáfora para describir la condición de los apóstoles.
“Dios nos ha exhibido a nosotros los apóstoles como postreros”. Constituye
una triste analogía tomada de las crueldades que se cometían en los coliseos
romanos. Los apóstoles eran como gladiadores luchando hasta la muerte, o
como criminales lanzados a los voraces leones, a semejanza del gran final que
ofrecía al público estos espectáculos. “Como está escrito: Por causa de ti
somos muertos todo el tiempo; Somos contados como ovejas de
matadero. Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por
medio de aquel que nos amó”, Romanos 8:36-37. Para cualquier persona,
creyente o no, desalentada, estas palabras les ofrecen hoy la seguridad del
amor de Cristo, presente en cada momento de la vida. ¿Existen motivos
mayores de descontento que los citados por Pablo? Si, es posible; entonces,
mis amados, nunca nos separaremos del amor de Cristo en esta vida. Aun en
medio de las dificultades, seremos más que vencedores. El verso 37 destaca las
palabras “más que vencedores”, del griego “hupernikao”, de huper, “sobre y
por encima de”, y “nikao”, “conquistar”. Es la descripción de alguien que es
victorioso en grado sumo, que gana una victoria más que ordinaria, porque está
en condiciones de triunfar de forma absoluta. Este no es un lenguaje de
arrogancia, sino de confianza. Es el amor de Cristo, conquistado en su muerte
en la cruz de la vergüenza y debido a ese amor-su amor-somos “hupernikao”.
Es este amor que nos eleva hasta la estatura de ser llamados hijos de Dios por
medio de Cristo Jesús y se convierte en huellas que perduran hasta la eternidad.
Que la gracia del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo esté en cada vida, ahora y
siempre. Amen.
8 de junio del 2024