Varias páginas en Facebook se sirven libremente de la marca «chalecos amarillos» para lanzar proclamas, denuncias y convocatorias. Y millares y decenas de millares de visitantes y amigos leen, escuchan, comparten y dicen participar en iniciativas aleatorias. La realidad virtual no siempre coincide con la realidad material.
A través de los teléfonos móviles, el envío de mensajes, fotografías, diálogo y proyectos, compartidos o no, crea una realidad virtual de influencia tan real como difícil de calibrar. En las grandes batallas campales del sábado, en el Arco del Triunfo parisino, había millares de manifestantes consagrados a filmar, fotografiar y retransmitir la convulsa realidad en la que ellos tomaban parte como actores y como «cronistas».
A través de plataformas internacionales, como Change, personalidades aisladas han lanzado iniciativas de alcance espectacular. Una señorita que se gana la vida en un suburbio, vendiendo perfumes a través de internet, lanzó un llamamiento contra la subida del precio de los carburantes, con un éxito espectacular: más de un millón de firmantes de apoyo virtual.
Twitter, Facebook, y las comunidades de amigos que dialogan a través de los teléfonos móviles, han sustituido a sindicatos y partidos políticos como correas de transmisión y movilización, con ventajas e inconvenientes.
Ventaja excepcional: sin organización, sin líderes, sin portavoces, los chalecos amarillos consiguen la movilización de decenas y centenares de millares de hombres y mujeres que desean participar.
Inconveniente no menos excepcional: la marca «chalecos amarillos» puede y es utilizada por individuos, grupos y colectivos de muy diversa sensibilidad. El sábado, la primera barricada fue levantada e incendiada por un grupúsculo de extrema derecha. Grupos de extrema izquierda y bandas de los suburbios montaron sus propias barricadas, vistiendo semejantes chalecos amarillos.
El jueves y viernes pasados, Édouard Philippe, primer ministro, intentó dialogar con algunos representantes presumidos de los chalecos amarillos. La operación diálogo terminó con un fracaso espectacular. Varios de los convocados no se presentaron, otros abandonaron la mesa del diálogo, reclamando la retransmisión en directo, a través de la radio y la televisión, de sus exigencias, nadie sabe si personales o colectivas.