«Theresa May ha sido muy clara. Esto no se trata de solo palabras, sino de un texto que tenga fuerza legal», repetía ayer el ministro de Exteriores Jeremy Hunt sobre las concesiones que Reino Unido espera aporte Bruselas sobre la «salvaguarda» que se refiere a la frontera con Irlanda. «Lograr un lenguaje claro sobre este mecanismo ayudará a que pase por el Parlamento», aseguraba.
Hunt defendía a la primera ministra y señalaba que «encontrará una manera» de pasar el trámite parlamentario, que se ha convertido en un grave problema para el proceso. De no apoyarla los diputados, el jefe de la diplomacia británica advertía de la opción real de que no haya Brexit en absoluto y que Reino Unido se quede sin salir de la UE. Las consecuencias sociales de esto serían, según Hunt, «devastadoras».
Lo ha dicho Hunt en su primer viaje al extranjero del año. Exactamente a Singapur, donde admitía, además, que la economía de este país es una en las que se fija el Gobierno y que toma como ejemplo para cuando su país ya no forme parte de la UE.
«En términos de modelo económico, hay algunas cosas que podemos aprender», afirmó en una entrevista con la cadena BBC Radio 4 el ministro, que eso sí, confirmó que Reino Unido no quiere «emular el modelo social o político» del país asiático.
Un modelo propio
En los últimos meses varios de los diputados conservadores más euroescépticos han pedido al Ejecutivo británico que tras el Brexit baje los impuestos e implante una economía parecida a la de países con bajas tasas y que atraen una cartera de clientes importantes por este tipo de estrategia. Por eso, Hunt dejaba claro que el modelo a elegir por Reino Unido no será exactamente el de Singapur ni el de ningún otro, si no uno propio consensuado.
Todo mientras la propia May continúa buscando obtener esas concesiones que le faciliten «vender» el acuerdo a sus compatriotas y conseguir que cambien de parecer en estos últimos días previos a la votación que tendrá lugar durante la semana del 14 de enero. Antes, a partir del 9 de este mes, el Parlamento volverá a debatir largo y tendido sobre su pacto y será en esos momentos cuando se conocerá si han hecho efecto o no los posibles «cambios» que busca conseguir de la UE.
Sobre todo, será importante la postura del partido que la sostiene en el Gobierno, el Partido Democrático Unionista (DUP), muy crítico hasta ahora con ese mecanismo que dejaría a su región, Irlanda del Norte, vinculado a las estructuras comunitarias durante años y con un régimen diferente al de las otras regiones británicas.
Presiones a Corbyn
A raíz de este «impasse» y estancamiento que el Brexit ha dejado en la política británica, las voces a favor de un nuevo referéndum han vuelto a coger fuerza. El propio Hunt volvía a repetir que la postura del Gobierno no ha cambiado respecto a esto y que llevarlo a cabo sería «increíblemente perjudicial». Sin embargo, la opción está ahí y tiene dividido también al principal partido de la oposición, el laborista. Su líder Jeremy Corbyn no se atreve a descartarlo, pero sus bases laboristas ya le presionan para que lo lleve a cabo. Así lo demuestra una encuesta entre los militantes de esta formación que asegura que tres cuartas partes de sus bases apoyan la celebración del segundo plebiscito.