¿Cree que su padre fue víctima del poder o todo lo contrario?
No puedo decir que fuera víctima del poder. El eligió el poder. Eligió ser el bufón, que tiene un poder increíble, más que los ministros. En un poder absolutista, quien le habla al oído al Rey tiene el poder. Lo veía todos los días. La gente tenía miedo de él, él eligió esa vida. Cuando alguien entra en desgracia con el Rey todo el mundo lo rechaza, no existe más. Se convierte en insignificante, puede morir de pena. Ser desplazado es aterrador. Mi padre formaba parte, en cierta forma, de la corte del Rey Sol.
¿Cómo ha vivido este intento de reconciliación?
La primera vez que nos encontramos de nuevo fue a raíz de la salida de mi hermano de Tazmamart. Estaba muy delgado como si viniera de un campo nazi. A su vuelta, la primera cosa que me dijo fue la de ir a ver a papá. «Papá ha renegado de nosotros, ya no es nuestro padre», le avisé. Pero se empeñó y le llevé en coche a una casa cercana al palacio, en Rabat. Cuando se encontraron, empezaron a llorar como niños. Me vi ridículo en ese momento. Yo, que estaba muy enfadado por lo que hizo a mi hermano, me di cuenta de que él no le odiaba, solo era un hijo que volvía a ver a su padre. Me contó que, tras el golpe, detuvieron a 29. De ellos, solo cuatro sobrevivieron, y eran precisamente aquellos que no tenían ya odio en su interior, porque cuando lo mantienes en tu corazón este termina por destruirte. En mi padre no descubrí a un monstruo, sino a un hombre normal, un teólogo, un poeta…
Familia de bufones.
Es más bien genético. Mi abuelo ya era bufón (ríe) del pachá El Glaoui. Un periodista me preguntó en la televisión: «Y usted, ¿no quiere ser bufón?». Le dije que prefería ser bufón de mis lectores.
¿Ha leído su libro la familia real?
Creo que sí lo ha leído. No está prohibido en Marruecos. Además, es el número 1 de la listas de ventas. Los marroquíes son un poco voyeristas, quieren entrar en el palacio a ver qué ocurre.
Como en el boom latinoamericano su generación está impulsando la novela de dictadores tras las primaveras árabes. Además, ahora se habla de los otros dos temas tabúes: el sexo y la religión.
Es verdad que hay bastantes libros de dictadores del mundo árabe. Pero yo quería escribir de mi padre, el Rey no es el personaje central, sí existe, pero el protagonista es mi padre. Precisamente, el próximo libro que escriba será sobre sexo, es la historia de una bailarina.
Usted dibuja un rey muy humano en ocasiones.
A los ojos de mi padre no era monstruoso. Lo amaba. Si el libro no ha sido prohibido en Marruecos es porque lo humaniza. Autoriza a mi padre a no mentirle, y le dice que sí que va a morir. Podía ser monstruoso -meter a la gente en Tazmamart es monstruoso-, pero también humano.
¿Todos sus libros pasan el control de la censura en Marruecos?
Los libros no son un peligro tan grande en Marruecos. La mitad de los marroquíes son analfabetos. Es la mitad del problema. El cine es mucho más peligroso. A mi amigo Nabil Ayouch le prohibieron la película «Much Loved» sobre prostitución, cuando sobre este tema hay tantos libros buenísimos a la venta. Prohibieron «El pan desnudo» (Mohamed Chukri) durante el reinado de Hassan II y ahora está por todas partes. Quedan algunas líneas rojas: el Rey y el Sáhara.
¿Y sobre las revueltas del Rif?
Está en la prensa. Con Internet no tiene mucho sentido la censura.