«Nuestro proyecto parte de la necesidad»

Después de su paso por la industria farmacéutica y la medicina pública, en el Hospital Severo Ochoa de Leganés (Madrid), Isabel Portero decidió que la investigación traslacional era realmente lo que quería hacer. Aprendió mucho en gerencia de equipos y, de todo este ‘caldo de cultivo’, nace Biohope, una compañía biomédica española que se centra en la I+D+I de soluciones biotecnológicas. Su primer éxito, el inmunobiograma, permite personalizar el tratamiento inmunosupresor en pacientes con trasplante de riñón. Sus primeros datos se presentaron con éxito en el pasado Congreso de la Sociedad Internacional de Trasplantes. Además, este año Isabel Portero ha sido seleccionada por la Revista Forbes como una de las 100 mentes más creativas en el campo de la medicina.

– ¿Siendo mujer e investigadora, cómo se le ocurre crear una empresa biotecnológica en España?

Además, en 2015, en plena crisis, y mujer mayor de 40 años, lo que supone un hándicap total. De alguna manera hay una regla no escrita que dice que las mujeres a partir de cierta de edad… Lo que hice fue un triple salto mortal. El emprendedor tipo, y nótese que digo él, solía ser alguien joven, menor de 35 años seguro -mejor menos de 30-, y, preferentemente, varón. El imaginario colectivo visualiza a Bill Gates de joven, en un garaje, haciendo una aplicación. Es decir, un varón millennial. Y viene una mujer de la era analógica, que decide ‘emprender’ con más de 40 años. Y a pesar de todo lo dicho, estoy muy contenta de haberlo hecho. Y si sirvo de ejemplo para otras personas, sobre todo mujeres, pues mejor.

– ¿Cómo surge la idea?

Es una historia poco convencional. Al principio éramos solo dos personas, una ‘nanopyme’, pero a través de una amiga consultora, nos presentamos a diferentes ayudas, nacionales y europeas. Así obtuvimos nuestra primera financiación y empezamos a trabajar en el inmunobiograma. Lo innovador de nuestro proyecto, además de resolver una cuestión social relevante, es que tiene dos peculiaridades que lo hace diferente: en primer lugar, al ser yo médica, el proyecto está contextualizado desde el ‘final hacia atrás’. Es decir, primero identificamos una necesidad muy clara, como es el trasplante, en la que España es una potencia muy clara, y fuimos para atrás hasta llegar a la investigación básica. Nosotras partimos de la necesidad.

Hemos desarrollado una herramienta para personalizar el tratamiento inmunosupresor

– ¿Cuál es esa necesidad?

Para evitar el rechazo en un trasplante se emplean fármacos inmunomoduladores del sistema inmune, que se llaman inmunosupresores. Actualmente estos medicamentos se aplican de forma empírica, basándose en unas guías clínicas y se va probando hasta que se acierta con el que funciona. Justo lo contrario a la medicina personalizada. Y no solo pasa en el trasplante renal, sino en todas las enfermedades inflamatorias crónicas tratadas con inmunosupresores, que son más de 100. Si se compara con el tratamiento de las enfermedades infecciosas o el cáncer, en este caso estamos ante la medicina de la prehistoria. Lo que hemos hecho es desarrollar una herramienta para personalizar el tratamiento inmunosupresor. El primer paso lo hemos hecho en el control del rechazo del trasplante renal que actualmente se hace de forma prueba/error.

– ¿Cómo funciona exactamente?

Se trata de un cultivo, similar a los que se realizan en las enfermedades infecciosas, que lo que hace es cultivar las células de la inmunidad circulantes, los leucocitos. Es especial, en el que exponemos las células del paciente a los distintos inmunosupresores. De esta forma, medimos la capacidad de cada fármaco de atenuar la respuesta inmune. Además, comparamos al mismo tiempo todos los medicamentos disponibles a la vez. Así, vemos cuál es el que le conviene a cada paciente. Es decir, se personaliza el tratamiento.

– ¿Qué resultados han obtenido hasta ahora y cuándo está previsto su uso en la clínica?

En el último congreso mundial de trasplantes, celebrado en Madrid, hemos presentado los datos de un ensayo clínico realizado en las unidades de Trasplante Renal del Hospital Puerta de Hierro y el de la Paz (Madrid), con resultados positivos. Lo hemos hecho con pacientes que han recibido un trasplante de riñón. Y hemos visto que, los que han rechazado el riñón, la información que nos facilitaba el antibiograma era que eran resistentes a la medicación que estaban tomado, y en los que van bien, nos da que son sensibles. Es decir, nuestros resultados se correlacionan con la clínica. Lo bueno es que no solo informa sobre qué fármacos son resistentes, sino que aporta alternativas de tratamiento.

– ¿Qué ventajas tiene?

Dos muy claras. La primera económica, ya que si se administra desde el primer momento el medicamento que obtiene los mejores resultados se evitan pruebas innecesarias. Pero, sobre todo, un beneficio para el paciente, ya que se reducen los efectos adversos.

“Debemos abandonar la idea del ‘investigador heroico y voluntarioso’”

– ¿Solo serviría para trasplante renal?

Valdría para cualquier tipo de trasplante, en teoría. Peor no lo hemos demostrado. Y también para los cientos de enfermedades que se tratan con inmunosupresores. La siguiente indicación en que estamos probando es la artritis. Tenemos en marcha un ensayo clínico con el Hospital Reina Sofía y con el Instituto de Investigación Médica Maimónedes, ambos en Córdoba.

– De alguna manera, ¿estamos ante la medicina personalizada del futuro?

Todavía no es el presente. Nuestro eslogan es Precision Medicine giving hope (La medicina de precisión como esperanza).

– ¿Cómo se lleva ser una de las 100 mujeres más creativas?

Creo que más bien es un reconocimiento para toda la empresa y las personas que la componen. La idea de la ciencia unipersonal es más bien la ciencia del siglo XIX. El trabajo en equipo lleva a este tipo de reconocimiento. A mí lo que me parece relevante es que haya un interés social y político por la investigación. Debemos abandonar la idea del ‘investigador heroico y voluntarioso’.