Las referencias coránicas a judíos y cristianos siempre han sido objeto de controversia. El libro sagrado de los musulmanes contiene versículos de admiración hacia las otras dos religiones monoteístas, únicas poseedoras de un libro revelado, la Biblia, junto a otros nada conciliadores. Algunos eruditos consideran que los primeros fueron enunciados por Mahoma en una época en la que necesitaba el apoyo de los fieles de esas religiones, cuando era objeto de persecución por parte de los politeístas de la Meca. A la época de Medina corresponderían, en cambio, los versículos hostiles, a los que se acogen los yihadistas. En cualquier caso, el cristianismo nunca se ha considerado a sí mismo como una «religión del Libro», sino como una fe en la naturaleza divina de Jesús.
¿Y la relación con Abraham, «padre de todos los creyentes», al que el islam denomina Ibrahim? La tesis de algunos célebres arabistas, en particular Louis Massignon (1883-1962), que presentan al islam como una «religión abrahámica», tiende sin duda puentes y una vinculación afectiva entre cristianos, judíos y musulmanes; pero no es efectiva porque no obedece más que marginalmente a la verdad. Como afirma José Morales, la relación cristiana con Abraham no se refiere solo a la fe del patriarca en la unicidad divina y en la Providencia, sino ante todo a la promesa de un salvador del género humano que saldría de su estirpe, Jesús, algo que el islam rechaza de plano.