Según la oposición, Felix Tshisekedi y Martin Fayulu estarían en cabeza de los resultados con alrededor del 40% de los votos cada uno, mientras que el candidato de la coalición gobernante, Emmanuel Ramazani Shadary, obtendría solamente el 13 % del apoyo del electorado. Unas cifras que no distan en demasía del último sondeo realizado antes de la votación que otorgaba el 47% de los votos a Fayulu, un antiguo director de Exxon Mobil, seguido de Tshisekedi (24%) y, en tercer lugar, Shadary (19%).
Los primeros resultados oficiales se anunciarán el martes, pero habrá que esperar hasta el 15 de enero para conocer los datos finales. El sucesor Kabila no jurará su cargo hasta tres días más tarde.
Guerra de los minerales
Quien gane los esperados comicios, que debían de haberse celebrado en diciembre de 2016, pero se pospusieron, va a heredar un país con una gran riqueza en reservas mineras, agricultura y energía hidroeléctrica, pero maltratado por la violencia étnica y política de algunas regiones de Kivu del norte y de la provincia de Kasai, así como por la corrupción endémica.
La oposición ha acusado, en repetidas ocasiones, al actual jefe del ejecutivo de malgastar la riqueza del país. El Congo es el productor más grande de cobre de África y posee la mitad de las reservas de cobalto de todo el planeta. Los dos minerales representan el 80 por ciento del ingreso de exportación del país, según el Banco Mundial. Estos minerales sirven para alimentan los teléfonos móviles y los ordenadores portátiles de todo el globo terráqueo.
Un informe del Grupo de Investigación de Congo (CRG) denuncia que la familia de Kabila posee más de 80 empresas en el país y en el extranjero. Entre ellas, Jaynet Kabila, hermana gemela del presidente y parlamentaria, posee una importante participación en Vodacom, la red de teléfono móvil más grande del país. Por su parte, su hermano Zoé, quien también es parlamentario, posee las compañías que han sido contratadas para trabajar sobre algunos depósitos de minerales más ricos a nivel mundial. Dicho informe denuncia, por tanto, que la familia Kabila ha abusado de su posición de poder para el enriquecimiento personal.
Vilencia y pobreza
El Congo, anteriormente conocido como Zaire, está sumido en una importante crisis humanitaria. Al menos el 63 por ciento de los más de 80 millones de habitantes vive con menos de dos dólares por día, a pesar de su riqueza en recursos naturales. La guerra en la que murieron 5 millones de personas (especialmente por la hambruna y las enfermedades) terminó oficialmente en 2003, pero la violencia étnica no ha cesado y los ataques de las milicias a los civiles son constantes. Muchas provincias están atrapadas por conflictos armados, especialmente en las fronteras orientales con Ruanda, Uganda y Burundi, y más de 4,5 millones de personas han tenido que huir de sus hogares, según la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
Además, el vasto país está sufriendo el peor brote de ébola de su historia (que suma 360 muertas desde el 1 de agosto y 545 casos de la enfermedad). Todo ello pone a prueba la misión de las Naciones Unidas para el mantenimiento de la paz en el país.
El legado de Kabila
Durante el largo mandato de Kabila, en el poder desde que su padre fue asesinado en el 2001, ha habido pequeños logros como la celebración de las primeras elecciones presidenciales abiertas y situar a Congo como el primer productor de cobre de África y el principal productor del mundo de cobalto. Sin embargo, los conflictos, el aumento de los grupos armados, la corrupción endémica y la represión han marcado sus 17 años como presidente.
Para el recién galardonado con el Nobel de la Paz, el doctor Dennis Mukwege, Kabila «no ha llevado a cabo ninguno de los elementos necesarios para instalar una democracia real en Congo».
Kabila, de 47 años, heredó un país sumido en la guerra civil, que costó la vida de 5 millones de personas y desplazó a más de dos millones. Sin embargo, la violencia no cesó cuando se firmó el acuerdo de paz y su administración no ha sabido aplacar un conflicto que sigue activo y que ha provocado que una media de 5.500 personas al día abandonen su hogar en 2018.