Por: Héctor E. Contreras.
Juan 9:1-3.
Ser testigo de Dios, significa tener la convicción plena de hacer lo que es justo pase lo que pase. Significa también permanecer firme e inquebrantable. El testigo es aquel que presencia o adquiere directo y verdadero conocimiento de algo. Es una persona que puede dar testimonio de algo que sólo él ha visto o vivido. En el mensaje de hoy, Jesús corrige una popular noción de un determinado pecado. El hombre sanado se convirtió en un leal portavoz de Jesús; un verdadero testigo de Él. Sin embargo, su testimonio no convenció a los fariseos, que también rechazaban la enseñanza de Jesús acerca de por qué el hombre había nacido ciego, Juan 9:34. Siguiendo su estilo habitual, el autor de este Evangelio, Juan, entrelaza el episodio con comentarios de Jesús acerca de un tipo de ceguera diferente.
“Pero los judíos no creían que él había sido ciego, y que había recibido la vista, hasta que llamaron a los padres del que había recibido la vista, y les preguntaraon, diciendo: ¿Es éste vuestro hijo, el que vosotros decis que nació ciego? ¿Cómo, pues, ve ahora? Sus padres respondieron y le dijeron: Sabemos que éste es nuestro hijo, y que nació ciego; pero cómo vea ahora, no lo sabemos; o quien le haya abierto los ojos, nosotros tampoco lo sabemos; pero edad tiene, preguntadle a él; él hablará por sí mismo”, Juan 9:18-23. La sanidad de un hombre originó un movimiento religioso entre judíos incrédulos y los fariseos, también muy religiosos. Echaron de lado todo lo que significaba misericordia o amor. Cuando oramos por alguien que está enfermo y es sanado por el poder de Dios, todos los presentes, regularmente, se gozan por tal acontecimiento. En esta ocasión la sanidad de un hombre originó un revuelo en Jerusalén, principalmente porque la sanidad fue en un día de reposo, para judíos y fariseos era considerado un anatema; un pecado. Para Dios no existe el calendario para bendecir.
“Al pasar Jesús, vio a un hombre ciego de nacimiento. Y le preguntaron sus discípulos, diciendo:
Rabí, ¿quién pecó, éste o sus padres, para que haya nacido ciego? Respondió Jesús: No es que pecó éste, ni sus padres, sino para que las obras de Dios se manifiesten en él”, Juan 9:1-3.
Una creencia en la cultura judía era común que la calamidad y el sufrimiento eran el resultado de algún pecado. Pero Cristo utilizó el sufrimiento de este hombre para enseñar acerca de la fe y glorificar a Dios. Si Dios quitara el sufrimiento cada vez que lo pidiéramos, lo seguiríamos por comodidad y conveniencia, no por amor o devoción. Sean cuales fueren las razones de nuestro sufrimiento, Jesús tiene el poder para ayudarnos a lidiar con él. Cuando tú sufras por causa de una enfermedad, una tragedia o una incapacidad, trata de no preguntarte: ¿Por qué me sucedió esto? Ni ¿En qué me equivoqué? Más bien pide a Dios que te dé fortaleza para la prueba y una perspectiva más clara de lo que estás viviendo.
Juan 9, 13 al 17 nos enseñan que, mientras los fariseos investigaban y discutían acerca de Jesús, la gente era sanada y cambiaba su estado de vida. Por tal razón, fue el mismo Jesús que dijo: “El ladrón no viene sino para hurtar y matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia”, Juan 10:10. Es bueno destacar que, el escepticismo de los fariseos no se basaba en la falta de evidencia, sino en los celos debido a la popularidad de Jesús y su influencia en las personas.
“Entonces volvieron a llamar al hombre que había sido ciego, y le dijeron: Da gloria a Dios; nosotros sabemos que ese hombre es pecador. Entonces él respondió: Si es pecador, no lo sé; una cosa sé, que habiendo yo sido ciego, ahora veo”, Juan 9:24-25. El hombre sanado había escuchado las mismas preguntas muchas veces. No sabía cómo ni por qué Jesús lo sanó, pero sí sabía que su vida cambió milagrosamente y no temía decir la verdad. No es necesario conocer todas las respuestas para hablar de Cristo a otros. Lo más importante es cómo Él ha cambiado nuestra vida. Luego confiar que Dios usará esas palabras para ayudar a otros a creer también en Él. ¿Amén? Conviértete en un verdadero testigo de Jesucristo, dando a conocer lo que has recibido de Él
Los versos 28 y 34 de este capítulo 9, nos muestran que la nueva fe del hombre que había sido sanado por el poder de Jesús, fue severamente probada por algunas autoridades. Lo maldijeron y lo expulsaron de la sinagoga. Es posible que recibamos persecución cuando seguimos a Jesús. Tal vez perdamos amigos; incluso quizás perdamos nuestra propia vida. Pero nadie podrá quitarnos jamás la vida eterna que Jesucristo nos da.
“Oyó Jesús que le habían expulsado; y hallándole, le dijo: ¿Crees tú en el Hijo de Dios? Respondió él y dijo: ¿Quién es, Señor, para que crea en él? Le dijo Jesús: Pues le has visto, y el que habla contigo, él es. Y él dijo: Creo, Señor y le adoró”, Juan 9:35-38. Cuanto más experimentaba este hombre su nueva vida a través de Cristo, más confiaba en aquel que lo sanó. No solo adquirió la vista física, sino también la espiritual al reconocer a Jesús primeramente como un profeta, 9:17, luego como su Señor. Cuando tú vienes a Cristo, empiezas a verlo de manera diferente. Cuanto más andas con Él, mejor comprenderás quien es el Señor. Sobre este tema, el apóstol Pedro nos dice lo siguiente: “Antes bien, creed en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. A Él sea gloria ahora y hasta el día de la eternidad. Amén”, II-Pedro 3:18. El hombre sanado creyó en esta gracia dada por Dios mediante Jesucristo y se convirtió en un testigo viviente de Cristo Jesús. Algo que el mundo necesita hoy, hombres y mujeres de fe en Jesucristo que testifiquen de lo que Él ha hecho en sus vidas.
Te invito a que testifiques de esta gracia, por supuesto, si es que la has alcanzado y no avergonzarte de lo que eres en cuanto a ser hijo de Dios por medio de Cristo. El apóstol Pablo escribió lo siguiente: “Porque no me averguenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree; al judío primeramente, y también al griego. Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe, como está escrito: El justo por la fe vivirá”, Romanos 1:16-17. El evangelio muestra cómo Dios es justo en su plan para salvarnos y cómo puede hacernos aptos para la vida eterna en Cristo. Concluyo con la primera estrofa de una canción que canta Marino: “Yo soy testigo del poder de Dios, por los milagros que Él ha hecho en mí, yo era ciego, pero ahora veo la luz, la luz gloriosa que me dio Jesús”. ¡Bendiciones! Amados del Señor. Que su gracia esté en cada vida.