EN TU SEMANA.
Mensaje semanal del pastor Héctor Contreras.
PARA: EL GRAN SANTO DOMINGO . COM
Isaías 64:6.
En el Evangelio de Mateo, nuestro Señor Jesucristo, dirigiendo sus palabras al pueblo dijo: “Guardaos de hacer vuestra justicia delante de los hombres, para ser vistos de ellos; de otra manera no tendréis recompensa de vuestro Padre que está en los cielos”, Mateo 6:1.
Después de llegar al Evangelio, escudriñar las Escrituras, orar y ayunar, compartiendo con los demás el poder transformador de la Palabra ungida por el Espíritu Santo, pude entender la magnitud de lo que es la verdadera justicia.
En su carta a los romanos, el apóstol Pablo escribió: “Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo, por quien también tenemos entrada por la fe a esta gracia, en la cual estamos firmes, y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios”, Romanos 5:1-2.
Esto nos lleva a escribir también lo siguiente: “Concluimos, pues, que el hombre es justificado por fe sin las obras de la ley”, Romanos 3:28.
La justicia de Dios va mucho más allá de nuestros pensamientos, porque ante Él nuestra justicia es limitada, porque es débil a la luz de la Palabra de Dios. Y sobre todo, nacemos bajo la maldición del pecado.
“Entonces dije: ¡Ay de mí que soy muerto; porque siendo hombre inmundo de labios, y habitando en medio de pueblo que tiene labios inmundos, han visto mis ojos al Rey, Jehová de los ejércitos.
Y voló hacia mí uno de los serafines, teniendo en su mano un carbón encendido, tomado del altar con unas tenazas; y tocando con él mi boca, dijo: He aquí que esto tocó tus labios, y es quitada tu culpa, y limpio tu pecado”, Isaías 6:5-7.
En este tiempo, muchos años después del profeta Isaías, aún el hombre sigue siendo inmundo delante de Dios. Un hombre con años al servicio de Dios, al ver la magnificencia del poder de Dios, sus cimientos fueron estremecidos.
Por tal razón es que Dios, en su mucho amor y misericordia, se deshizo de su hijo Jesucristo, enviándolo a este mundo para que el hombre pudiera volverse a Él.
Tal vez no recibamos en este tiempo el toque de un querubín que limpie nuestros labios y pecados, pero tenemos entre nosotros de quien Jesucristo dijo: “Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre; el Espíritu de verdad, el cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni conoce; pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros, y estará en vosotros”, Juan 14:16-17.
Si al igual que Isaías, quien al ver la Majestad y grandeza de Dios se asombró con un ¡Ay! grandísimo, tú debes buscar el ser limpiado de tus pecados, confesando ahora mismo ante Dios en el nombre de Jesús y la persona del Espíritu Santo te dará inmediatamente el toque que tú necesitas, para alcanzar la verdadera justicia que nace del Trono de la Gracia de Dios que es en Cristo Jesús.
Ahora bien, se hace necesario reconocer lo que somos delante de Dios; Isaías pudo ver su impureza y proclamar, es decir, confesar lo que verdaderamente era él a la luz de Dios. Es posible que el profeta se sintiera sin ninguna esperanza delante de Dios, para poder alcanzar el nivel de santidad del Señor.
Pero, es bueno destacar que, cuando sus labios fueron tocados con el carbón encendido, el querubín de Dios le dijo: “He aquí que esto tocó tus labios, y es quitada tu culpa, y limpio tu pecado”.
No fue el carbón encendido que le limpió, sino el mismo Dios. Fue a partir de ese encuentro con Dios que el profeta Isaías, en respuesta al llamado del Señor se dedicó por entero al servicio de Dios.
Por tanto, nos encontramos más adelante en el mismo capítulo cuando al escuchar la voz de Dios que dijo: “A quién enviaré, y quién irá por nosotros? Entonces respondí yo: “Heme aquí, envíame a mí”, Isaías 6:8.
Esa debe ser tu actitud en este tiempo, reconocer que estás lleno de impurezas y que necesitas confesar a Jesucristo como tu Señor y Salvador.
Es entonces que estarás en disposición de entender que tu justicia delante de Dios no es nada, porque la verdadera justificación delante de Dios viene por medio de Cristo Jesús y entonces entenderás también la magnitud del poder del Espíritu Santo actuando en tí, para responder como Isaías: “Heme aquí, envíame a mí”.
Dios te llama cuál eres hoy, no necesitas decir que debes esperar un tiempo más para arreglar algunas cosas en tu vida, cosas que jamás podrás arreglar, porque en la medida que pasa el tiempo se van agregando más y más y éstas se convierten en la vida, en tu vida, lo que nunca termina. La determinación es tuya, de nadie más.
“Y Jehová respondió y dijo: Escribe la visión, y declárala en tablas, para
que corra el que leyere en ella. Aunque la visión tardará aún por un tiempo, más se apresura hacia el fin, y no mentirá, aunque tardare, espéralo, porque sin duda vendrá, no tardará. He aquí que aquel cuya alma no es recta, se enorgullece; mas el justo por la fe vivirá”, Habacuc 2:3-4.
El mundo parece estar bajo el dominio del mal. Al igual que Habacuc, los creyentes en Cristo, a menudo se sienten enfadados y desalentados cuando ven lo que está sucediendo.
Habacuc da inicio a su libro con preguntas como estas: ¿Hasta cuándo, oh Jehová, clamaré, por qué me haces ver iniquidad? Destrucción y violencia están delante de mí, y pleito y contienda se levantan, Habacuc 1:2-3. Sus preguntas venían por lo que podían ver sus ojos en cuanto a la corrupción del pueblo. ¡Ten paciencia! Llevaré a cabo mis planes a su debido tiempo. ¡Espéralo! Fue la advertencia de Dios para él. Los orgullosos babilonios confiaban en sí mismos y por tal razón caerían, más el justo por la fe vivirá. Te invito a esperar y confiar en Dios en fe, no por lo que eres o crees ser.
“Si bien todos nosotros somos como suciedad, y todas nuestras justicias como trapo de inmundicia; y caímos todos nosotros como la hoya, y nuestras maldades nos llevaron como viento”, Isaías 64:6.
El pecado nos hace impuros y ésto nos impide acercarnos más a Dios, más que un mendigo vestido con harapos sucios podría comer a la mesa del rey. Nuestros mejores esfuerzos siguen infectados de pecado. La única esperanza, por lo tanto, es la fe en Jesucristo, quien nos puede limpiar y llevar ante la presencia de Dios y así poder alcanzar la justificación que tanto anhelamos.
“Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe, como está escrito: Más el justo por la fe vivirá”, Romanos 1:17. En este verso, Pablo cita al profeta, Habacuc 2:4, cuando éste último dijo: “vivirá”, quizás refiriéndose a la vida presente, sin embargo, Pablo amplía el concepto para incluir también la vida eterna. Al confiar en Dios, obtenemos salvación, hallamos vida ahora, y esta es para siempre por medio de Jesucristo, su Hijo.
Que la gracia de Dios sobreabunde en cada vida y así pueda alcanzar la verdadera justificación ante Él por medio de Cristo Jesús.