El pecado que nos corrompe, también nos separa de Dios.

EN TU SEMANA.

Mensaje  semanal del pastor  Héctor Contreras.

PARA:  EL GRAN SANTO DOMINGO . COM

Mateo 26: 27-28, Romanos 3:23 y Juan 8:31-34.

El pecado es igual a: Culpa, iniquidad, maldad, malo, ofensa, prevaricación y transgresión. Al pecado mucha gente lo considera como actividades erróneas menores. Si uno comete demasiados, tal vez sea atrapado y castigado. Sin embargo, uno o dos aquí y allá no harían gran diferencia.

La Biblia considera el pecado más bien como células cancerosas.  Muchas veces la diferencia puede estar entre la vida y la muerte. Visto que las células cancerosas crecen, se multiplican y lo invaden todo, quizá haga falta una cirugía mayor para salvar la vida.

La Biblia declara lo siguiente: “Pero ahora, aparte de la ley, se ha manifestado la justicia de Dios, testificada por la ley y por los profetas; la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen en él. Porque no hay diferencia, por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios”, Romanos 3:21-23.

Después de estas malas nuevas sobre el pecado y la condenación de Dios acerca de él, Pablo nos da buenas nuevas. Hay una manera de encontrar la inocencia; Cristo nos limpia de todo pecado si confiamos en Él.

Confiar significa tener la seguridad de que Cristo perdona nuestros pecados, nos hace justos delante de Dios y nos da el poder y la capacidad para vivir como Él quiere que lo hagamos. Haz de Cristo tu confidente, confiésale como tu Salvador y notarás al instante la diferencia en tu diario vivir y así evitarás separarte de Él.

La Biblia dice: “Dijo entonces Jesús a los judíos que habían creído en él: Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres. Respondieron: Linaje de Abraham somos, y jamás hemos sido esclavos de nadie.

¿Cómo dices tú: Seréis libres? Jesús les respondió: De cierto, de cierto os digo, que todo aquel que hace pecado, esclavo es del pecado”, Juan 8:31-34.

La pretensión de la gente en los tiempos de Jesús,  de ser descendientes de Abraham era algo fútil, porque sus obras evidenciaban la ausencia total de un vínculo moral con Él, con Jesucristo, el Señor.

Si ellos hubieran sido verdaderamente hijos de Dios, habrían reverenciado al Hijo de Dios. Te invito a ser hijo de Dios por medio de su Hijo Jesús

Tomando la copa, y habiendo dado gracias, les dio, diciendo: Bebed de ella todos; porque esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada para remisión de los pecados”, Mateo 26:27-28.

Judas no estaba presente cuando Jesús instituyó la Cena del Señor.

El pan y el vino son símbolos que deben recordar a los seguidores de Cristo los tiempos de su sacrificio redentor. Sobre ésto, veamos los siguientes versos: “He aquí que vienen días, dice Jehová, en los cuales haré nuevo pacto con la casa de Israel y con la casa de Judá.

No como el pacto que hice con sus padres el día que tomé su mano para sacarlos de la tierra de Egipto; porque ellos invalidaron mi pacto, aunque fui yo su marido para ellos, dice Jehová. Pero este es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice Jehová: Daré mi ley en su mente, y la escribiré en su corazón; y yo seré a ellos por Dios, y ellos me serán por pueblo”, Jeremías 31:31-33.

Lo que mucho tiempo después hizo Jesús con sus discípulos, fue para recordarles lo que antes había hecho Dios con su pueblo Israel. Es el tiempo ideal para que des inicio a un nuevo pacto con Dios por medio de Cristo Jesús. Este pacto consiste en volver tu mirada hacia atrás e iniciar una nueva vida con Jesucristo Jesús

 Al principio de su reinado, David estaba en la cumbre del mundo y también lo estaba Israel, que gobernaba.  La guerra civil había terminado, el país estaba en paz e Israel estaba ingresando en una época de prosperidad sin precedentes. Dios había prometido ocuparse de que los descendientes de David tuvieran un reinado continuo para siempre. ¿Qué más podría pedir David? El resto de la vida se presentaba como una larga celebración. Pero esta celebración nunca llegó.

Una tarde, mientras David se paseaba sobre el terrado de la casa real, a la distancia alcanzó a ver a una hermosa mujer mientras ésta se bañaba. Preguntó  quién era aquella mujer y luego de darle respuesta, de que estaba casada y su esposo estaba en la guerra, envió mensajeros en busca de ella y la tomó y durmió con ella esa noche. II-Samuel 11:1-4

El encubrimiento de este desatino demandó un asesinato, pues el mando a que lo pusieran en el frente de la batalla y lo mataran. Nadie podía negar que se trataba de un asunto sucio. Las consecuencias de ese pecado estaban lejos de haber terminado.

Sin que David lo supiera, el cáncer estaba creciendo en su propia casa. El hijo mayor de David, Amón, también sentía debilidad por las mujeres.

Con una trampa atrajo a su media hermana Tamar a su cuarto y la violó, luego del acto sexual tuvo asco de su hermana y la echó de su lado. II-Samuel 13:1-15. Lo que parecía un reinado limpio, próspero y en bendición, se convirtió en un infierno por la invasión del  pecado, primero del rey David y luego la de su propio hijo con una hermana. El pecado destruye vidas, familias, empresas y hasta reinado.

Como dice el título de este mensaje, “el pecado nos corrompe y nos separa de Dios”. Pero lo más importante de todo ésto, mis amados del Señor, es que Dios siempre extiende su misericordia para con nosotros. El apóstol Pablo escribió lo siguiente: “Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos), y juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús, para mostrar en los siglos venideros las abundantes riquezas de su gracia en su bondad para con nosotros en Cristo Jesús. Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe”, Efesios 2:4-9

Es por el inmenso amor de Dios y su mucha misericordia, que podemos alcanzar el perdón de nuestros pecados y de esta forma poder llegar a estar delante de la presencia de Dios mediante Jesucristo. ¡Alabado sea Dios! ¡Aleluya!

Concluyo este mensaje con el siguiente verso: “Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados”, Isaías 53:5. Por medio de Jesucristo no sólo recibimos el perdón de nuestros pecados, sino que también nos brinda su paz y por último, nos sana. 

Que la gracia de Dios el Padre, del Hijo y del glorioso Espíritu Santo, abunde en cada vida. ¡Bendiciones!

Dejar respuesta

Please enter your comment!
Please enter your name here