Por: Héctor E. Contreras.
David da inicio a este salmo con un ruego, una súplica; una oración al Dios que le había llamado, cuando siendo aún un muchacho cuidaba el rebaño de las ovejas de su padre. “Escucha, oh Dios, mi oración”. Su hijo Absalón se había rebelado en su contra y su amigo y consejero, Haitofel, también se fue de su lado y se convirtió en su enemigo y consejero del hijo rebelde. “Escucha, oh Dios mi oración”, puede ser también tu súplica, tu oración o intercesión hoy delante de Dios. Antes, en el salmo 5, es el mismo David que escribió: “Escucha, oh Jehová, mis palabras; Considera mi gemir. Está atento a la voz de mi clamor, Rey mío y Dios mío, Porque a ti oraré. Oh Jehová, de mañana oirás mi voz; De mañana me presentaré delante de ti y esperaré”, Salmo 5:1-3. La oración, cuando estamos delante del Altar de Dios, se convierte en un fuego abrazador para todos los que nos arrodillamos ante su presencia y sientes ese fuego ardiente de la presencia de Dios en ese momento íntimo a solas con Él. ¡Es algo hermoso! ¡Único! y sólo lo vive el interlocutor a solas con su Creador. La oración también es un acto de fe; es decir, de espera. “Esperaré”, dice el hombre de Dios. Te invito a esperar y confiar en el Dios de todo poder. Sólo debes arrodillarte delante de su presencia y esperar.
“Y David subió la cuesta de los Olivos; y subió llorando, llevando la cabeza cubierta, y los pies descalzos. También todo el pueblo que tenía consigo cubrió cada uno su cabeza, e iban llorando mientras subían. Y dieron aviso a David, diciendo: Ahitofel está entre los que conspiraron con Absalón. Entonces dijo David: Entorpece ahora, oh Jehová, el consejo de Ahitofel”, II-Samuel 15:30-31. El sacrificio de una persona, en ocasiones llega a ejecutarse por la familiaridad o la amistad que pueda existir en el corazón del que presenta su petición delante de Dios. Primero, Absalón, su hijo, luego, Ahitofel, su consejero principal y amigo; ambos son entes importantes para David y por ello su sacrificio de subir la cuesta de los Olivos, cuesta que luego, muchos años después, subiría Jesucristo cargando la cruz en sus hombros. El sacrificio de David fue el preludio de lo que acontencería con Jesús en el futuro. Cristo también fue entregado al enemigo por un amigo; tan amigos eran, que lo había convertido en el administrador de su ministerio terrenal, Judas Iscariote.
Puedo decir, mis amados del Señor, que también yo he llorado, he gemido delante de Dios en favor de familiares y amigos, porque la oración es el único medio que nos puede llevar a alcanzar lo inimaginablemente imposible en cuanto a lo humano se refiere. La oración es el mejor medio que existe para todos los creyentes en Jesucristo. ¡Dios siempre tiene la respuesta! Nuestras peticiones están garantizadas delante del Altar de Dios. ¡Bendito sea su nombre! Por siempre y para siempre, en Cristo Jesús, Señor nuestro.
Nuestro Dios y Señor, hablando por medio del profeta Jeremías, nos dice: “Así ha dicho Jehová: Voz fue oída en Ramá, llanto y lloro amargo; Raquel que lamenta por sus hijos, y no quiso ser consolada acerca de sus hijos, porque perecieron. Así ha dicho Jehová: Reprime del llanto tu voz, y de las lágrimas tus ojos; porque salario hay para tu trabajo, dice Jehová, y volverán a tierra del enemigo. Esperanza hay también para tu porvenir, dice Jehová, y los hijos volverán a su propia tierra”, Jeremías 5:15-17. En estos versos sobresale el nombre de Raquel, la esposa favorita de Jacob, quien era la madre simbólica de las tribus del norte de Israel, que luego los asirios llevaron al cautiverio. Se describe a Raquel llorando por los cautivos en Ramá, un lugar de escala en el camino a la deportación. Cuando Herodes se vio burlado por los magos, dice la Biblia que se enojó mucho, y mandó matar a todos los niños menores de dos años que había en Belén y en todos sus alrededores, cumpliéndose así lo descrito por el profeta Jeremías muchos años antes, cuando dijo: “Voz fue oída en Ramá, Grande lamentación, lloro y gemido; Raquel que llora a sus hijos, Y no quiso ser consolada, porque perecieron”, Mateo 2:16-18. Lo más importante de todas estas declaraciones que hace la Biblia, es que siempre obtendremos la respuesta a nuestro clamor delante del Dios del cielo. ¡Gloria sea a Él por siempre! Y añado un ¡Aleluya! de gozo. Tus lágrimas y llantos tendrán tus respuestas, tu recompensa también; sólo espera y confía en el Dios de todo poder, Jehová, Dios de los ejércitos es su nombre.
Somos muchos los que hemos llorado por nuestros hijos, hermanos y amigos; nuestras esposas y esposos. ¿Quién no ha sufrido y llorado la enfermedad de un ser querido?
Este puede ser uno de nuestros hijos, los esposos y cuando digo esposos me refiero a la pareja del hombre y la mujer, un hermano o un amigo. Sobre esto Jeremías escribió: “Y dije: No me acordaré más de él, ni hablaré más en su nombre; no obstante, había en mi corazón como un fuego ardiente metido en mis huesos; traté de sufrirlo, y no pude. Porque oí la murmuración de muchos, temor de todas partes: Denunciad, denunciémosle. Todos mis amigos miraban si claudicaría. Quizá se engañará, decían, y prevaleceremos contra él, y tomaremos de él nuestra venganza”, Jeremías 20:9-12. Esta es una declaración de angustia del profeta de Dios por todo cuanto escuchaba de la gente del pueblo, entre ellos sus mejores amigos. Su oficio como profeta fue un ministerio de burla y afrenta, por las murmuraciones y temor de todas partes, según declara el verso 10. Su lamento termina con una nota positiva de confianza y alabanza, cuando dice: “Mas Jehová está conmigo como poderoso gigante; por tanto, los que me persiguen tropezarán, y no prevalecerán; serán avergonzados en gran manera, porque no prosperarán; tendrán perpetua confusión que jamás será olvidada”, Jeremías 20:13. Pero debo destacar que, desde las alturas de la alabanza, Jeremías cae a las profundidades de la desesperación, atrapado entre el llamado divino del cual no puede desprenderse, y del rechazo y la persecución de su pueblo, y la traición de sus amigos, llevándolo a decir: “¿Para qué salí del vientre? ¿Para ver trabajo y dolor, y que mis días se gastasen en afrenta?”Jeremías 20:18. Como hombre o mujer de Dios, como padre o madre, como ministros del Reino de Dios; inclusive como empleados, padecemos, sufrimos y lloramos cuando tenemos afrentas que nos hacen llorar; pero, podemos decir como el profeta en en el verso 11, ya citado, cuando dijo: “Mas Jehová está conmigo como poderoso gigante”. Te invito a no desmayar por lo que estás luchando, y crees que es imposible lograrlo. Como Jeremías, “Dios está contigo como poderoso gigante”. ¡Creele solamente a Él! Él te sostendrá siempre, no temas, porque Dios te acompaña en todo tiempo.
Es lo que verdaderamente nos sostiene, la presencia de Dios en nuestras vidas, el cual nos dice: “No temas, porque yo estoy contigo”. ¡Bendito y alabado sea el nombre de Dios! Más adelante, el mismo profeta proclama: “¿No es mi palabra como fuego, dice Jehová, y como martillo que quebranta la piedra?” Jeremías 23:29.
Fuego y martillo, son el elemento y el instrumento para definir una obra de arte que sólo el herrero o alfarero conoce, porque es él quien la lleva en su mente.
Fuego y martillo, es la Palabra de Dios para conducirnos a comprender el misterio de la salvación, del amor en la familia, en la fe, en la amistad. Fuego y martillo deben prevalecer en tu corazón, en tu mente, en todo tu ser. Nuestro Dios es el que nos fortalece, nos guía y conduce por el sendero de la verdadera justicia. Creele de todo corazón y obtendrás la victoria final que Él te dará.
Cuando Jesús declaró a sus discípulos que uno de ellos lo entregaría para ser sacrificado, todos le hacían la misma pregunta: “¿Seré yo? Y el otro: ¿Seré yo? Jesús les dijo: Es uno de los doce, el que moja conmigo en el plato”, Marcos 14:19-20. Todos eran amigos de Jesús, por esto la inquietud de los que conocían cuál era su deber dentro del ministerio apostólico junto con su Maestro y Señor. Ahora bien, debemos entender que la traición de Judas era necesaria, para que se cumpliera el propósito de Dios, pero eso no disminuye en nada la culpa de Judas el traidor, su amigo y compañero de ministerio.
Termino este mensaje con las palabras de la enfermera y columnista estaounidense Ruth Crowley, que dijo: “El amor es la amistad prendida en fuego. Es confianza mutua, intercambio y perdón. Es lealtad a través de los buenos y malos tiempos. Se conforma con menos que la perfección y permite las debilidades humanas”. ¡Vivamos el amor y la amistad! ¡Vivamos la Palabra de Dios! ¡Vivamos y amemos a nuestra familia!
Dios nos bendiga grandemente, que su gracia prevalezca en cada vida y que su inmenso amor arda por siempre en cada corazón.