Por: Héctor E. Contreras.
Efesios 4:9-12.
Para tí, quien tiene la oportunidad de estar leyendo este documento, ¿qué sabes acerca de lo que es un templo? A este tipo de construcción se le llama iglesia, porque desconoce el significado bíblico de lo que verdaderamente es un templo. La iglesia, eres tú; también puedes ser el templo. Con la ayuda de Dios y la guianza del Espíritu Santo, trataré de escribir todo lo concerniente a este tema, con el propósito de adentrarte a la verdad de la Palabra de Dios.
“Porque nosotros somos colaboradores de Dios, y vosotros sois labranza de Dios, edificio de Dios. Conforme a la gracia de Dios que me ha sido dada, yo como perito arquitecto puse el fundamento, y otro edifica encima; pero cada uno mire como reedifica, porque nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo”, I-Corintios 3:9-11. La obra de Dios involucra a muchos individuos con una variedad de dones y habilidades. No existen superestrellas en esta tarea, solo miembros de un equipo que desarrolla sus funciones específicas. Nos convertimos en miembros útiles del equipo de Dios al poner a un lado el deseo de recibir gloria por lo que hacemos. El fundamento de la Iglesia, de todos los creyentes, es Jesucristo y este es el fundamento que Pablo estableció al predicar a Cristo. Cualquiera que edifica la iglesia, maestros, predicadores, evangelistas, familias; se convierte en la Iglesia de Jesucristo. Si tú decides en tu corazón aceptar a Jesucristo en tu vida, al instante pasarás a ser parte de la Iglesia del Señor. Un edificio será sólido tanto como sea su fundamento. El fundamento de nuestras vidas es Jesucristo nuestro Salvador. Él es nuestra base , nuestra razón de ser. Cada cosa que somos y hacemos, debe encajar en el molde que se ha dado por medio de Cristo. ¿Estás edificando tu vida en el único fundamento real y duradero, o estás edificando en un fundamento falso como la riqueza, la seguridad o el éxito? Te invito, en el nombre de Jesucristo, a que edifiques tu templo, tu iglesia, primero en tu corazón y luego, estableciendo una relación sólida con el Espíritu Santo de Dios, el cual te dará la sabiduría para crecer en temor reverente delante del Señor.
“¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, que no sois vuestros?”, I-Corintios 6:19. ¿Qué quiere decir el apóstol Pablo cuando manifiesta que nuestros cuerpos pertenecen a Dios? Son muchas las personas que creen que pueden hacer con sus cuerpos lo que deseen. Aunque piensen que eso es libertad, no son más que esclavos de sus propios deseos carnales. Cuando decidimos seguir a Cristo, el Espíritu Santo llega a nuestras vidas y vive en nosotros. Por lo tanto, dejamos de ser dueños de nuestros cuerpos, de nuestras acciones, porque no vives tú, sino Cristo en tí.
La Biblia, la Santa y Divina Palabra de Dios, declara lo siguiente: “En él también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa, que es la arras de nuestra herencia hasta la redención de la posesión adquirida, para alabanza de su gloria”, Efesios 1:13-14 . “Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la redención”, Efesios 4:30. Fuisteis sellados, sellar evoca el concepto de autoridad. Creo que a todos los que les llegan estos escritos, conocen el significado del “sello”. Todo documento que se emite en cualquier entidad, debe ser sellado mostrando su autenticidad. Es esta la enseñanza en cuanto al ser sellados por el poder del Espíritu Santo; pasamos a ser propiedad de Dios y por ende, convertirnos en templo de Él.
En cuanto al último verso, es decir, Efesios 4:30, lo que nos quiere dejar claro el apóstol Pablo es que, el Espíritu Santo ha sellado, “autorizado como representante” a los creyentes en Jesucristo y mora en nuestro interior. Si es contristado, el creyente será el primero en saberlo. Contristar significa causar heridas o angustia, exactamente el sentimiento que experimenta el creyente cuando el pecado o la desobediencia se alojan en su vida. Como lo escribí unas líneas más arriba, el Espíritu Santo en nosotros es un sello de que le pertenecemos a Dios. El Espíritu Santo es el sello de Dios de que le pertenecemos y su depósito o arras nos garantiza de que Él cumplirá lo prometido. El Espíritu Santo es un anticipo, un depósito, una firma válida en un contrato.
Su presencia en nuestras vidas ratifica que tenemos una fe genuina y prueba que somos hijos de Dios. Su poder obra en nosotros en la transformación de nuestras vidas y es un adelanto del cambio total que experimentaremos en la eternidad. Si estás conmigo, te invito a que grites: ¡Gloria a Dios! ¡Aleluya! Porque Dios es bueno y su misericordia es eterna, la cual puede llegar hasta ti y ser transformado a la luz de la Palabra de Dios.
“Y eso de que subió, ¿qué es, sino que también descendió primero a las partes más bajas de la tierra? El que descendió, es el mismo que también subió por encima de todos los cielos para llenarlo todo. Y él mismo constituyó a unos apóstoles; a otros profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros, a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo, hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo, para que no seamos niños fluctuantes, llevados por doquiera de todo viento de doctrina, por estratagema de hombres que para engañar emplean con astucia las artimañas del error”, Efesios 4:9-14. “Las partes más bajas de la tierra”, pueden ser, 1-) la tierra en sí misma, baja en comparación al cielo, 2-) La tumba, o 3-) El Hades o el Seol, que para muchos es el lugar de descanso de las almas entre la muerte y la resurrección. Se dice, que Cristo bajó hasta aquel lugar con el fin de dar a conocer que Él había vencido al poder de la muerte. Por esto David escribió: “Vuélvete, oh Jehová, libra mi alma; sálvame por tu misericordia. Porque en la muerte no hay memoria de ti; En el seol, ¿quién te alabará?” Salmo 6:4. ¡Nadie! En absoluto, nadie podrá alabar después de la muerte.
“Os herí con viento solano, con tizoncillo y con granizo en toda obra de vuestras manos; mas no os convertisteis a mí, dice Jehová. Meditad, pues, en vuestro corazón, desde este día en adelante, desde el día veinticuatro del noveno mes, desde el dia que se echó el cimiento del templo de Jehová; meditad, pues, en vuestro corazón”, Hageo 2:17-18. El pueblo construyó los cimientos del templo e inmediatamente Dios los bendijo. No esperó hasta que el proyecto fuera terminado. A menudo, Dios envía su bendición cuando damos nuestros primeros pasos. ¡Él está listo para bendecirnos! Es el tiempo de que eches los cimientos de tu propio templo, una zapata sólida, en la cual puedas crecer hasta llegar a ser un verdadero creyente en Jesucristo el Señor. ¿Te atreves a hacerlo? Ahora es el tiempo de Dios para tu vida.
“Y le hablarás, diciendo: Así ha hablado Jehová de los ejércitos, diciendo: He aquí el varón cuyo nombre es el Renuevo, el cual brotará de sus raíces, y edificará el templo de Jehová. Él edificará el templo de Jehová, y él llevará gloria, y se sentará y dominará en su trono, y no habrá sacerdote a su lado; y consejo de paz habrá entre ambos”, Zacarías 6:12-13. Todo esto no es más que una visión acerca del Mesías que habría de venir. 516 años AC, Dios reveló a este hombre acerca del Mesías, Rey y Sacerdote. En los días de los reyes y durante el cautiverio, el gobierno de Judá lo llevaban a cabo dos personas distintas: el rey, que gobernaba la vida política de la nación, y el sumo sacerdote, que gobernaba su vida religiosa, es decir, del pueblo. A menudo, tanto reyes como sacerdotes eran corruptos. Dios le decía a Zacarías que vendría alguien que gobernaría como Rey y Sacerdote, una combinación imposible para esos días. Este Rey y Sacerdote, el Mesías, gobernaría sobre su pueblo y en los corazones de quienes creyeran y confesaran su nombre. “Edificará el templo de Jehová”. Es el tiempo ideal para que inicies esta relación con Dios, solidificando tu fe en Jesucristo y puedas crecer y desarrollarte conforme a los propósitos que Él tiene para tí. Edificate en Cristo Jesús y comienza a forjar tu propio templo interior para gloria de Dios Padre.
Que la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guarde tu corazón y tu alma, desde ahora y para siempre, en el nombre de Jesús, nuestro Señor y Salvador. ¡Gloria a Él!