Por: Héctor E. Contreras.
¿Qué es la fe? ¿Cómo podemos estar seguros de que vive en nosotros? Según el autor de la carta a los Hebreos, la fe es lo siguiente: “Es, pues la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve. Porque por ella alcanzaron buen testimonio los antiguos. Por la fe entendemos haber sido constituido el universo por la palabra de Dios, de modo que lo que se ve fue hecho de lo que no se veía”, Hebreos 11:1-3. Algunos creyentes ven la fe como una fuerza casi mágica, nunca será así. Si logramos poseer la fe citada en Hebreos, prosperaremos en ella, nos mantendremos sanos y viviremos una vida plena en Dios. Algunos han llamado a Hebreos 11 “El Museo de los Héroes de la Fe”. “Sin fe”, dice Hebreos en forma cortante, “es imposible agradar a Dios”, Hebreos 11:6. La fe, se parece más que nada a una carrera por librar muy difícil. El corredor tiene sus ojos puestos en la meta a alcanzar, para así obtener el premio destinado para el ganador. A pesar de insistentes tentaciones de aflojar el paso, el atleta se resiste a hacerlo hasta después de haber cruzado la línea de llegada. “Despojémonos de todo peso”, aconseja el autor en Hebreos 12:1. “Levantad las manos caídas y las rodillas paralizadas”, 12:12. La fe es la que nos motiva a decir como el apóstol Pablo: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece”, Filipenses 4:13. Te invito, en el nombre de Jesús, a buscar tu fortaleza en Dios por medio de la fe que es posible en Cristo Jesús, despojándote de todo el peso que te impida llegar a esta fe.
La fe es creer-confiar-fiar en alguien. “Y Jehová dijo a Moisés y a Aarón: Por cuanto no creísteis en mí, para santificarme delante de los hijos de Israel, por tanto, no meteréis esta congregación en la tierra que les he dado”, Números 20:12. Al Señor descartar a los dos principales líderes de la expedición de su pueblo en el desierto, se debió, principalmente, a que su fe flaqueó delante de Él, de Dios. Al flaquear la fe en ellos, es el mismo Dios que les dice que habían dejado de confiar en Él. Hoy, tal vez con problemas que nos asedian y agobian, debemos enfocarnos más en lo que es Dios en nosotros.
Buscar su rostro con ahínco por medio de la oración, acercarnos a Él con confianza; confianza ésta, que puede trastocar todo lo que pueda impedir alcanzar lo que nos hemos propuesto delante de su presencia. La Biblia dice:
“Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones”. Salmo 46:1. La motivación, mis amados, es continuar creyendo. “Oyó Jesús que le habían expulsado; y hallándole, le dijo: ¿Crees en el Hijo de Dios? Respondió él y dijo: ¿Quién es, Señor, para que crea en él? Le dijo Jesús: Pues le has visto, y el que habla contigo, él es. Y él dijo: Creo, Señor, y le adoró”, Juan 9:35-37. El hombre de la conversación con Jesús, había nacido ciego. A sus años nunca había conocido la belleza de la creación. Al ser sanado, los fariseos iniciaron una serie de ataques contra este hombre, inclusive, dudaron de sus progenitores de que en verdad había nacido siendo ciego. Su convicción fue tan grande acerca del que le había sanado, que se atrevió a decirle a los fariseos: “¿Queréis también vosotros haceros sus discípulos?”, Juan 9:27. ¿Quieres ser tú su discípulo también en este tiempo, sin tener que esforzarte en asistir a las puertas de un templo, o en una esquina mendigando por haber nacido ciego? También es posible que te encuentres “ciego”, no porque no puedas ver con tus ojos físicos, sino porque lo que te atormenta te impide ver lo que Dios es capaz de hacer en tí, en tu vida. ¡Dios es Bueno! Y quiere que inicies el camino de la fe que es creyendo fielmente en Cristo Jesús.
“Y Daniel propuso en su corazón no contaminarse con la porción de la comida del rey, ni con el vino que él bebía; pidió por tanto, al jefe de los eunucos que no se le obligase a contaminarse. Y puso Dios a Daniel en gracia y en buena voluntad con el jefe de los eunucos”, Daniel 1:8-9. “Daniel propuso no consumir la comida del rey, ésta estaba prohibida a los judíos”. Tal actitud tenía un doble propósito: 1-) Acercarse a Dios y 2-) Mantenerse alejado de la contaminación del mundo. El ejemplo de Daniel es una orientación para nosotros hoy para crecer en piedad. Vivir en piedad implica mostrar nuestra fe en tiempos de adversidad, tanto como en tiempos de prosperidad y paz. Comprometer nuestra fe cuando somos amenazados de persecución, no deja a Dios aprovechar las más extraordinarias oportunidades de manifestar su gloria en beneficio nuestro. ¡Dios es poderoso! Este poder va siempre en pos de brindarnos su apoyo en todo tiempo. ¡Bendito sea Dios!
“Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios. Considerad a aquel que sufrió tal contradicción de pecadores contra sí mismo, para que vuestro ánimo no se canse hasta desmayar”, Hebreos 12:1-3. ¿Vale la pena seguir luchando? ¿Por qué se esfuerza la gente hasta el dolor para correr un durísimo maratón? La mayoría de los participantes menciona dos razones: 1-) El sentido de recompensa personal que reciben y 2-) Los beneficios físicos del ejercicio. Las mismas dos recompensas tienen su validez en el ámbito espiritual: Grandes son los premios que esperan a los que perseveran, y el proceso mismo de vivir por la fe desarrolla un carácter fuerte. En esta carrera, nadie pierde. El que llega a la meta en primer lugar, recibe el premio. Aquí, al igual que en otras partes de esta carta, Hebreos exhibe a Jesús, que soportó grandes sufrimientos por nosotros, como el ejemplo definitivo. La fe que se describe en Hebreos no viene recubierta de azúcar; Dios no le garantiza a nadie una vida de lujos y descanso. Es una fe rigurosa, consiste en un compromiso constante de creer en Dios a pesar de todo. Es un compromiso constante de aferrarse a Él, pase lo que pase. Vale el esfuerzo que puedas realizar en pos de alcanzar, por medio de la fe en Jesucristo, todo cuanto te has propuesto, siempre con el propósito de agradar a Dios. ¡Nunca a tí mismo! Solamente a Dios. ¡A Él sea la gloria! Hoy y ahora, Dios quiere llevarte a dar inicio a la carrera de la fe en Jesucristo, su Hijo. Esta carrera, acompañado por el Espíritu Santo, puede ser la gran diferencia para tu vida; inclusive para tu propia familia, empresa o estudios por realizar. Te insto, te motivo a que corras junto a Jesús, nunca sólo y, alcanzarás la victoria final.
Que la gracia de Dios alumbre cada vida, cada corazón y que así como el ciego del templo al cual Jesús sanó, también puedan alcanzar grandes metas para sus vidas por medio de la fe en Jesucristo. ¡Bendiciones!