Dios y sus promesas, Génesis 17:16-19.

Por: Héctor E. Contreras.

Es asombroso, también maravilloso, cuando una persona está acorde con el Rey de los cielos, nuestro Dios y Señor. Estando sentado tranquilamente tal vez como muchos lo han hecho, en su hogar, una tarde calurosa, cómodamente meciéndose en la terraza en su mecedora,  de repente se le aparece a Abraham el mismo Dios en persona. Su visita en ese momento estaba relacionada con la situación depravada que se vivía en Sodoma. Sin embargo, en esta visita el hombre de Dios, el hombre de la fe,  recibe la promesa de que en su vejez  Él le daría un hijo, el cual se convertiría en el “Hijo de la promesa”. Génesis 17:16. En el verso 17, dice que Abraham, reverentemente se postró sobre su rostro y se rió, por igual Sara, al escuchar lo dicho por Dios a su esposo, también  rió. Tan fuerte fue el impacto de esta noticia de parte de Dios, que la Biblia declara cuando Abraham se pregunta: ¿A hombre de cien años ha de nacer hijo? ¿Y Sara, ya de noventa años, ha de concebir? Sus preguntas, humanamente tienen sentido, sin embargo, cuando Dios habla y promete, debemos creerle, porque Él es el Dios de lo imposible. Es más, es el mismo Dios que le hace la siguiente pregunta a Abraham: “¿Hay para Dios alguna cosa difícil?Génesis 18:14. No, porque cuando Dios te dice que hará algo en tí, créeme que lo hará; sólo es aceptar su verdad y esperar el cumplimiento de su promesa para tu vida. ¿Tienes dificultad para aceptar la verdad de Dios en tu vida? Él te hace  ahora la misma pregunta  que a Abraham: ¿Hay para Dios alguna cosa difícil? Abre tu corazón y confía en el Dios de lo imposible. Su nombre es Jehová Dios de los ejércitos. Los cielos y la tierra proclaman su gloria y majestad. 

No que la palabra de Dios haya fallado; porque no todos los que descienden de Israel son israelitas, ni por ser descendientes de Abraham, son todos hijos; sino: En Isaac te será llamada descendencia. Esto es: No los que son hijos según la carne son los hijos de Dios, sino que los que son hijos según la promesa son contados como descendientes”, Romanos 9:6-8. Las promesas de este maravilloso pacto de Dios fueron para Abraham. 

Los del pacto, los verdaderos hijos de Abraham, no son solo sus descendientes biológicos, sino también los que confían en Dios y en lo que Cristo hizo por ellos. Esto es ratificado por el mismo apóstol Pablo, cuando escribió: “Sabed, por tanto, que los que son de fe, éstos son hijos de Abraham” y “De modo que los de la fe son bendecidos con el creyente Abraham”, Gálatas 3:7 y 9. El argumento principal de los judaizantes, era que los gentiles tenían que hacerse judíos para poder ser cristianos. Pablo expuso lo débil de este argumento al demostrarles que los verdaderos hijos de Abraham son aquellos que tienen fe en Dios, no los que guardan la ley. Abraham mismo fue salvado por fe, Génesis 15:6. Los creyentes de todos los tiempos y de todas las naciones, reciben la misma bendición de Abraham. Esta es una promesa consoladora, una gran herencia y un fundamento sólido para vivir. 

El ser creyente en Jesucristo en este tiempo, es verdaderamente parte del cumplimiento de las promesas de Dios, cuando le dijo a Abraham que le daría un hijo que se  convertiría en “Hijo de la promesa”, Génesis 17:16, citado más arriba, cuando Él mismo dijo: “¿Hay para Dios alguna cosa difícil? Al tiempo señalado volveré a ti, y según el tiempo de la vida, Sara tendrá un hijo”, Génesis 18:14. Sólo te resta creer y confiar, “al que cree todo le es posible”, palabras pronunciadas por el mismo Señor Jesús en Marcos 9:23.

Y la bendeciré, y también te daré de ella hijo; sí, la bendeciré, y vendrá a ser madre de naciones; reyes de pueblos vendrán de ella. Entonces Abraham se postró sobre su rostro, y se rió, y dijo en su corazón: ¿A hombre de cien años ha de nacer hijo ¿Y Sara, ya de noventa años, ha de concebir? Y dijo Abraham a Dios: Ojalá Ismael viva delante de ti. Respondió Dios: Ciertamente Sara tu mujer te dará a luz un hijo, y llamarás su nombre Isaac; y confirmaré mi pacto con él como pacto perpetuo para sus descendientes después de él”, Génesis 17:16-19. ¿Cómo pudo Abraham dudar de Dios? Parecía increíble que él y Sara a su edad avanzada pudieran tener un hijo. A Abraham, el hombre que Dios consideraba “justo” debido a su fe, le costaba creer lo que Dios le había prometido. Sin embargo, a pesar de sus dudas, procedió a cumplir los mandamientos de Dios, Génesis 17:22-27. Esto nos da a entender que, aun las personas que poseen una gran fe pueden llegar a dudar. Cuando parezca que Dios quiere lo imposible para tu vida  y comiences a dudar de la dirección divina, te invito a que seas como Abraham: Debes centrar tu atención en el compromiso de Dios de cumplir sus promesas y continuar en obediencia delante de Él. 

Sobre lo que es Dios en cuanto a sus promesas, debo citar el siguiente verso, veamos: “En tu simiente serán benditas todas las naciones de la tierra, por cuanto obedeciste a mis voz”, Génesis 22:18. El ser humano no ha cambiado mucho en los últimos 4,000 años. El deseo de tener hijos y el deseo de poseer tierra, aún se manifiesta con un poder emocional sorprendente. Cuando Dios quiso atraer la atención de Abraham, le prometió tierra y más hijos de los que se podía imaginar. Para un emigrante babilónico de 75 años de edad y sin hijos, cuyas únicas posesiones eran sus rebaños y sus tiendas, las promesas de Dios eran maravillosas. Pero también parecían imposibles. Sin embargo, como era Dios mismo quien le hacía estas promesas, “Abraham creyó a Jehová y le fue contado por justicia”, Génesis 15:6. Para Dios, que es creador de cielos y tierra, cumplir las promesas era cosa fácil. Pero Dios no le facilitó las cosas a Abraham. No fue hasta veinticinco años después, cuando Abraham ya tenía 100 años, que la promesa de un hijo se cumplió. Esto nos enseña a no desesperarnos, ni desmayar en nuestra espera al cumplimiento de lo que Dios nos ha prometido. Espera y confía; esto es de sabios.

Dios, que le había prometido a Abraham todas las cosas que un hombre de esa época podía desear, al parecer, deseaba que Abraham aspirara a cosas todavía mayores. Entre las promesas de un heredero y  tierras, había insertado otras palabras importantes. “Y serán benditas en ti todas las familias de la tierra”, Génesis 12:1, Dios quería bendecir no sólo a Abraham, sino a todo el mundo. Miles de años más tarde, en el tiempo de Jesús, todo el significado de estas palabras quedaron bien clara, cuando el apóstol Pablo, en su carta a los Gálatas escribió: Así Abraham creyó a Dios, y le fue contado por justicia.  Sabed, por tanto, que los que son de fe, éstos son hijos de Abrahm.  Y la escritura, previendo que Dios había de justificar por la fe a los gentiles, dio de antemano la buena nueva a Abrham, diciendo: En tí serán benditas todas las naciones.  De modo que los de la fe son bendecidos con el creyente Abraham”, Gálatas 3:6-9 y  “Ahora bien, a Abraham fueron hechas las promesas, y a su simiente.  No dice: Y a las simientes, como si hablase de muchos, sino como de uno: Y á tu simiente, la cual es Cristo.  

Esto, pues, digo:  El pacto previamente ratificado por Dios para con Cristo, la ley que vino cuatrocientos treinta años después, no lo abroga, para invalidar la promesa.  Porque si la herencia es por ley, ya no es por la promesa; pero Dios la concedió a Abrahm mediante la promesa”, Gálatas 3:16-18. Al concluir estos escritos, debo decir que, las promesas de Dios para Abraham ayer, son las mismas para nosotros hoy. En nosotros está el cumplir con Dios, aceptar por fe lo que Él nos prometa y por último, someternos en obediencia a Él, por medio de Jesucristo su Hijo.  

Recuerda que, todas las promesas de Dios son eternas y verdaderas. Es un asunto de fe y esperar confiando siempre en Él. Que la gracia del Señor Dios Todopoderoso esté en cada vida. ¡Bendiciones, amados!     

Dejar respuesta

Please enter your comment!
Please enter your name here